A 60 AÑOS DEL TRÁGICO ACCIDENTE
La mujer que sintió morir en sus brazos a Juan Gálvez
En la Vuelta de Olavarría de 1963, Marta Morales acompañó la agonía del nueve veces campeón. Estremecedor relato del accidente que se llevó la vida del piloto más exitoso de la historia del TC.
Por Fernando Izquierdo
fernandoizquierdo@hotmail.com
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“Juan se murió en mis brazos”. La frase, que ni aun en su viaje de más de medio siglo pierde su impacto inicial, es de Marta Morales, la olavarriense que tuvo el “triste privilegio” de sentir tan cerca como nadie la agonía de Juan Gálvez, el 3 de marzo de 1963.
Marta es una de ese puñado de personas que vieron el accidente del piloto más exitoso de la historia del Turismo Carretera, la categoría por excelencia del automovilismo argentino. Eran las 12.38 de aquel día cuando Gálvez se esforzaba denodadamente por darles alcance a los anfitriones hermanos, Dante y Torcuato Emiliozzi, y terminaba despidiéndose para siempre en la “S” del Camino de los Chilenos, a unos 30 kilómetros de Olavarría.
Un coche de culto en la historia del automovilismo nacional como la mítica coupé Ford ’39, pintada de azul y rojo y con la firma Atma como sponsor, mordió una alcantarilla con su rueda delantera izquierda antes de emprender un alocado vuelo que decantó en la muerte de Gálvez, único damnificado de consideración, puesto que su acompañante Raúl Cottet tuvo “un Dios aparte” y resultó prácticamente ileso. Según diversos relatos, la nueva caja de cambios traicionó a Gálvez, que tras un par de intentos infructuosos de colocar la segunda, terminó transitando en tercera un sinuoso tramo que demandaba otro tipo de torque.
Gálvez encaraba esa temporada 1963 en búsqueda de su décima consagración en el TC, pese a que su auto ya estaba vendido antes de esa Vuelta de Olavarría y a que había avisado que no afrontaría tan de lleno ese certamen, priorizando su familia y otros negocios. No quedaría espacio para esos proyectos, puesto que su vida se acabaría en su segundo accidente de consideración (el anterior había sido en cercanías de Pergamino, en 1960).
Su cuerpo agonizante yacía junto al auto, sobre el pastizal del campo de la familia Aramburu, que a la postre donaría una parcela para la construcción del monolito. Urgida por socorrer al múltiple campeón y obedeciendo al desesperado pedido de su padre, hasta allí se acercó Marta Morales, quien sostuvo a Gálvez en sus últimos segundos. El hecho, tan lejano como conmovedor, naturalmente permanece intacto en el recuerdo de Marta, que en su diálogo con El Eco de Tandil ofreció un relato pletórico de detalles:
“Mi padre era muy fanático de Juan y Oscar Gálvez. Él iba a todas las carreras, donde ellos corrían él estaba. En este caso, fue a ver la carrera a la ‘S’ y nos llevó a nosotros, que no entendíamos demasiado de automovilismo”.
-¿Cuán cerca de su casa fue el accidente?
-A unos 1.500 metros. Nos fuimos a pie hasta la curva en el carro porque era un campo bajo y, como el día anterior había llovido, no podíamos transitar en auto. Con mis hermanos, nos ubicamos en una tranquera, cerquita de donde fue el accidente, vimos todo.
-El accidente fue en un camino de tierra, ¿cuál era su estado?
-Había llovido el día anterior, pero no demasiado, unos 25 ó 30 milímetros. Con el paso de los coches se fue afirmando, estaba en buenas condiciones.
-¿Cómo fue el accidente?
-A través de los años, van apareciendo versiones distintas entre sí. Hay gente que opina al respecto, sobre cómo pudo haber sido. Pero la realidad es que los únicos que lo vimos fuimos mi familia y yo. Pasaron los Emiliozzi y, detrás, venía Gálvez. Su auto mordió la alcantarilla en ese tramo del circuito, una “S” muy cerrada que ya no existe. Fue así que empezó a dar una serie de tumbos de los que no me voy a olvidar nunca. Fue impresionante, Juan venía muy rápido. Nunca había visto ni he vuelto a ver a un auto en esa situación.
-¿A qué distancia del vuelco estaban ustedes?
-Serían entre cien y doscientos metros. Mientras daba tumbos, al auto le colgaba algo, que no sabíamos si era una puerta o uno de los cuerpos. Una, en la desesperación, no ve con tanta claridad.
-¿Qué ocurrió después?
-Con el accidente, Cottet fue despedido del auto y quedó muy lejos de él. Cayó sobre unos pajonales, desmayado boca abajo, en una zona en la que había agua. Mi papá fue de inmediato a auxiliarlo, aunque pensó que era el cuerpo de Gálvez. Mis hermanos y yo estábamos muy asustados. Recuerdo que mi papá, desesperado, nos gritaba: “¡Busquen al otro, busquen al otro!”. Al rato, con mis hermanos, encontramos a Gálvez. Estaba junto al auto. Le avisamos a mi papá y él nos preguntó si estaba vivo. Le dijimos que sí, y nos pidió que lo levantemos. Lo tuve en brazos, mi hermano le aflojó el cinto, Juan trataba desesperadamente de respirar y hacía un ruido horrible. En ese momento, sentí que su corazón latía, pero fueron sus últimos instantes.
-¿Cuándo lo subieron al avión ya estaba muerto?
-Totalmente. Aunque no tengo registro del momento exacto en que falleció, Juan murió en mis brazos. Con el tiempo, uno de sus hijos reveló que en el accidente se había desnucado.
-¿Y Cottet?
-Una vez que recuperó el conocimiento, a toda costa quería acercarse al auto para ver a Juan, pero mi padre no lo dejaba, le decía que Gálvez estaba bien y que lo iban a trasladar para atenderlo. Cottet insistía con que “a Juan algo le pasó”. Mi papá nos pedía que nos calláramos y no dijéramos nada sobre el estado de Gálvez, a esa altura nosotros ya sabíamos que había fallecido. Mi papá quería que fuera el médico u otra persona la que se lo comunique, que no se entere en ese momento por nosotros.
-Luego, vino la asistencia.
-Claro, a Gálvez lo subieron al avión desde el que se hacía una transmisión de radio, para llevarlo hasta Olavarría. Y a Cottet lo trasladaron en una ambulancia. No había forma de convencerlo para que se suba, no quería dejar el auto de ninguna manera. Mi padre le insistió en que se fuera, le prometió que nadie tocaría nada y que él cuidaría el auto hasta que las autoridades de la carrera fueran a retirarlo. Enseguida, se llenó de gente. Mi padre no se movió de al lado del auto hasta que vinieron a llevárselo.
-¿Le dejó a usted secuelas psicológicas el episodio?
-No. En un primer momento fue algo fuerte, lógico. Fue un susto terrible. Yo tenía 18 años, me había criado en el campo y no había visto ni por televisión algo de esa magnitud.
-¿Siguió en contacto con Cottet?
-Sí. Ocho días después, volvió al lugar del accidente. Llegó acompañado de gente de Buenos Aires, con la cual al día de hoy mantengo una amistad muy grande. Vinieron con el propósito de instalar el monolito. En esa visita, me contó detalles del accidente.
-¿Cuáles?
-Las últimas palabras de Juan fueron “agarrate que los paso”, en referencia a los Emiliozzi. Yo lo apreciaba mucho a Cottet. Una vez, en el cementerio de Chacarita, fui a visitar la tumba de Gálvez y me llevé la sorpresa que la de Cottet estaba a su lado. Fue una alegría inmensa ver que descansan juntos.
-¿Regresa con frecuencia al lugar del accidente?
-Sí. Pero, actualmente, vivo lejos de allí. Estoy por Hinojo. Suelo ir a limpiar el monolito, está muy abandonado, me duele mucho. Se han hecho muchas promesas de políticos y directivos, pero no pasa nada, el lugar está muy feo. Dijeron que sería reinstaurado, que se alambraría el sector, pero nada…
-¿Cómo fue su encuentro con Oscar Gálvez?
-Nos presentó Corsi, el encargado de la construcción del monolito de Juan. También era su auxilio y durante muchos años, el fotógrafo. Pasé un mal momento, porque Oscar estaba furioso, no conmigo. No sé por qué, pero estaba muy enojado con la gente de Olavarría, él no quería que Juan vaya a esa carrera. Cuando lo visité, había muchos periodistas en su casa y Oscar descargó toda su bronca. Después, hicimos una buena amistad, incluso estuve en su velatorio.
Desatado, por miedo al fuego
Un factor que bien pudo ser un desencadenante decisivo en su fallecimiento es la rotunda negativa de Juan Gálvez a correr atado.
Haber visto de cerca cómo un colega fallecía alcanzado por el fuego en una carrera al no poder despojarse del cinturón de seguridad lo convenció de la idea.
Aquel 3 de marzo de 1963, tanto él como Cottet prescindieron de ese dispositivo de seguridad, que en esas épocas presentaba, respecto a la actualidad, mayores dificultades a la hora del desprendimiento.
Una inigualable dinastía
Juan Gálvez estableció dentro del Turismo Carretera un reinado ajeno a cualquier comparación.
Con 9 títulos y 56 victorias es el líder histórico en ambos apartados estadísticos. Pero, independientemente de ellos, sus números en términos de eficacia son de una dimensión inusitada.
Además de esas nueve consagraciones (con dos pentacampeonatos), el porteño fue cuatro veces subcampeón, habiendo ocupado el primero o segundo lugar del certamen durante doce temporadas consecutivas. Descomunal.
Y su foja de títulos bien podría haber sido mayor, de no mediar su fatal desenlace o la Segunda Guerra Mundial, suceso histórico que dejó al Turismo Carretera sin actividad durante cinco años, comprendidos en medio de la carrera deportiva de Gálvez.
Esta nota fue publicada en la edición de La Vidriera del 24/5/2020