“Ese señor –por Raúl Pérez Roldán- para mí, está muerto”
Intuí que la tendría que ir a buscar a las canchas para hablar con ella. Y allí estaba, en un medio día soleado de julio, raqueta en mano. Pensaba que haríamos la entrevista al aire libre, su terreno, pero la cantidad de gente de todas las edades y el correspondiente sonido del peloteo lo impidieron.
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“Los primeros días de la pandemia se pasaron rápido, pensábamos que no duraría mucho la cuarentena. Mi hijo que trabaja en Buenos Aires dando clases de tenis cumplió años el 19 de marzo y no se quería venir, lo hizo prácticamente obligado, alcanzó a tomar el último micro que salió a Tandil. Ahora reconoce que tuvimos razón, me ayuda en la escuela, se lo propuse al club y me abrieron las puertas también para él”, comienza diciendo respecto a la pandemia.
-¿Se hizo largo este tiempo hasta que se habilitaron ciertas actividades deportivas?
-Tengo mucho poder de adaptación, pero con altos y bajos. Me gusta mucho estar en casa, la cocina, hacer cosas, pero llegó un momento en que me la pasaba cocinando y no está bien… (risas). Ya pasará. Tiene que ser un aprendizaje, porque lo veíamos en las películas, pero el Covid-19 es una realidad no una ficción.
-Fue la primera egresada -entre chicas y chicos- de la Escuela. ¿Era la época en que estaba al frente Raúl Pérez Roldán?
-Sí.
-¿Cuáles son sus recuerdos de ese semillero de tenistas?
-Eramos un grupo de veinte chicos y adolescentes, no muchos. La primera que empezó a competir a nivel nacional e internacional fui yo. Fue creciendo, se sumó una cantidad de gente importante por resultados, trabajo y porque en aquella época no se acostumbraba a hacer pretemporadas. Independiente fue el primero, entonces mientras los demás terminaban en las primeras semanas de diciembre la última competencia, hasta marzo no había nada y se iban a la playa de vacaciones, nosotros entrenábamos a full los tres meses, mañana, tarde y noche y cuando llegábamos al primer torneo todos teníamos resultados. Tal vez no porque éramos los mejores sino simplemente que habíamos trabajado duro. Y se empezó a hacer conocido el trabajo de verano de la escuela y a venir gente de todo el país a hacer pretemporada, muchos se quedaron a vivir o volvían en vacaciones de invierno y los resultados se fueron dando y la escuela se hizo famosa.
¿Por qué el tenis?
-Empecé a jugar medio tarde –a los 11- para lo que sigue siendo el inicio, 5 ó 6 años. Las que jugaban en mi categoría también habían comenzado de muy chiquitas, tenían más experiencia pero yo obtenía resultados. Y el ir a la escuelita casi como casualidad, tenía una prima con algunos problemas de salud y el médico le sugirió que hiciera deporte y nuestros papás nos mandaron a las dos. Ella duró la temporada de verano. Yo me pasaba las horas en el frontón que estaba al lado de la pileta, sobre Richieri. Me vieron, me becaron y al año de haber empezado ya había llegado a la final del Campeonato Nacional del Río de La Plata, en Buenos Aires. A partir de allí siempre llegaba a la semifinal o final.
-Llegó a ser número uno.
-Sí antes de juveniles, estaba uno o dos, de acuerdo a la suma de puntos. Cuando estuve primera gané todo lo que jugué en el país y fuera. En mayores también fui número 1 del país y Sud América.
-¿Quiénes eran sus contemporáneas?
-De las que jugaban conmigo, nadie de Tandil, Claudia Casabianca, Ivanna Madruga, Mercedes Paz…
-¿Cómo era el mundo del tenis entonces?
-Siempre fue difícil, hostil, como todo deporte individual donde había y hay mucho egocentrismo, egoísmo, competencia por todo: el contrato -había poco- el viaje, el ranking, por lo que fuera. Pero también depende de cómo lo tome cada uno.
-¿Le afectaba?
-Siempre he sido un poco cerrada, no dada, solitaria, tal vez por timidez, entonces no me afectaba demasiado lo que hiciera, dijeran o cómo se manejaban los demás. Hacía la mía y listo. Y en los torneos también, no tenía muchos amigos, no sentía esos celos o la competencia fuera de la cancha.
-¿Cómo fue crecer como profesional siendo una adolescente?
-Lo tomé con naturalidad porque estaba enfocada en eso desde chica, como que no me importaba lo demás. No tuve fiesta de quince, salidas a boliches, viaje de egresados; de hecho, ni la secundaria terminé. Cualquiera de esas actividades propias de adolescentes, no las viví. En ese momento tampoco me afectaba.
-¿Y mirando hacia atrás?
-He ganado mucho, porque con mi propio esfuerzo a los quince años hice cosas que otros chicos no podrían. Porque tu papá te puede pagar las vacaciones pero no que vayas a jugar torneos si no tenés el nivel para hacerlo. He perdido mucho, por un lado y ganado por otro, como es la vida.
“Fui la primera en padecerlo”
-¿Lo volvería a hacer?
-Tal vez sí. Hay cosas que fueron muy, muy duras y que de hecho saltó a la luz no hace mucho, de las que no he hablado aunque me lo han pedido. Esas cosas no las aceptaría hoy.
-El periodista Guillermo Salatino en una entrevista a un medio local dijo y cito sus palabras: “En 1979, yo vi cómo a una chica de Tandil, Graciela Pérez, que jugaba muy bien al tenis, la sacaba de los pelos, en Roland Garros, insultándola”,
(Luego de asentir con la cabeza varias veces) murmura: -… Lo he padecido. Fui la primera en padecerlo.
-¿Nos cuenta?
-Todo lo que se pueda contar es poco. Es como dijo Guillermo (Pérez Roldán) que ha contado el 10%, o el 1% -me animaría a decir-.
-¿Habla de cosas más tremendas aún, más complicadas?
-… Es algo que no he hablado nunca, pero no dejo de reconocer que Guillermo tiene razón. Hemos charlado desde Chile y le di todo mi apoyo.
-¿Esas son las cosas que no aceptaría hoy?
-Tal vez él no llegaría hoy a tanto, porque los chicos son distintos, porque las redes sociales hacen su gran aporte, los chicos y chicas no tienen miedo. Nosotros, no digo que fuimos educados con miedo…
-Se confundía el respeto con el miedo.
-Sí…
-No tiene un buen recuerdo de Raúl Pérez Roldán.
-No existe ese señor para mí. Está muerto. No le deseo ningún mal, pero…
-¿Por qué cree que Guillermo tardó tanto en contar lo que le había hecho su padre?
-También tuvo miedo, respeto, esperó y dio oportunidades y siguió esperando que su padre y su madre reaccionaran, se dieran cuenta. Cuando fueron a su casamiento en Chile me contó que su padre –no sé su madre- le había pedido perdón, pero al poquito tiempo ya lo había vuelto a defraudar.
-¿Le contó cómo?
-No sé cómo, pero sí que lo había decepcionado nuevamente. Y que ahora había estado esperando, porque nació su tercer hijo. Le mandaba a los padres fotos de las ecografías y jamás tuvo una respuesta. Cuando ni fueron a conocerlo.
-Es difícil entender que a los abuelos no les importe conocer a sus nietos. En fin. ¿Usted lo entiende?
-De esa persona sí. De esa persona puedo creer cualquier cosa.
-¿La esposa de Raúl actúa igual que él? ¿Será por empatía o temor?
-No lo sé.
-¿Le hizo mal recordar?
-No.
La jovencita famosa de Tandil
-Se hizo profesional y famosa en tiempos donde no había internet, las cartas tardaban mucho y estaba sola en países donde no conocía a nadie. ¿Ganar representando a su ciudad, levantando la copa la hacía sentir “vencedora”?
-No sé si alguna vez sentí eso. ¿Seré fría?
-¿Tandil la ha reconocido?
-Sí por supuesto. Como señalaba, eran tiempos difíciles porque no existía internet, celular, teléfono fijo. De hecho en mi casa no había y entonces tenía que calcular qué hora era para ver si mamá estaba en la casa de la hermana que sí lo tenía. Nos escribíamos, pero las cartas tardaban muchísimo. De pronto se angustiaban por alguna situación que ya había resuelto quince días atrás, como cuando me perdí en Yugoeslavia (mi familia es de allí, mamá es Calafatich), durante dos o tres días, me quedé sin voz y cuando mamá lee esa carta se quería morir y había pasado como un mes. Tenía 18 años y lo escribí como desahogo, nunca imaginé que lo iba a tomar así.
-¿Cómo fue que se perdió?
-Iba a una competencia y me encontraba con el grupo en otro país. Pero fue todo un lío de cambios de horarios de trenes, los perdí, nadie hablaba inglés ni italiano ni el poco francés que manejaba. Cómo llegué no lo sé. Cuando lo hice me quedé sin voz. Además no tenía un calendario de dónde iba a estar, por eso no me podían llamar. Fue tremendo, pero ya pasó (sonríe).
Esa mano negra…
-¿Su padres la apoyaban?
-Me dejaban.
-No estaban muy contentos, digamos.
-Creo que no. Nunca me lo dijeron.
-¿Ganó mucha plata con el tenis?
-Nada. Casi no teníamos sponsors. Te daban las zapatillas, la ropa, tal vez la raqueta pero plata nada y yo jugué casi todo de junior. Como profesional, al no tener plata no me podía bancar la carrera tampoco.
-Y por eso la dejó.
-Entre otras cosas…
-¿Se pueden conocer las otras cosas?
-Algunas voces dijeron que podría haber estado entre las primeras veinte mejores del mundo. Me enteré después de algunos años. En su momento era porque estaba “muy gorda”.
-¡Apa! ¿Cómo fue eso?
-Creo que por conveniencia porque en ese omento ya que empezaban a andar muy bien Guillermo y Mariana (Pérez Roldán), Franco y Patricia Tarabini y había que viajar con ellos y yo era una persona de confianza para manejar el monstruo que era la escuela de tenis del Independiente.
-¿Conveniencia del Club o de Pérez Roldán?
-De esa persona.
-No puede ni nombrarlo.
-… Es mi idea, es lo que pienso y también porque después con los años, viajando, hablando con periodistas y entrenadores supe que hubo posibilidades pero que nunca llegaron a mis oídos.
-¿Posibilidades?
-De entrenadores…
-¿Mano negra?
-A mí me sirvió lo que hice, hasta dónde hice. No fueron todos buenos momentos pero aprendí mucho, como por ejemplo lo que nunca iba a hacer con mis alumnos. Hasta hace unos años hacía competición, tuve muchos chicos y muy en claro lo que no quería para ellos. Me sirvió como jugadora, entrenadora y me sirve hoy para ganarme la vida (se sonríe).
De contemporáneos y espejos
-¿Por qué cree que en este momento no hay figuras femeninas importantes en el tenis argentino?
-Es una situación difícil y cada vez que hemos tenido crisis económicas ha sido dificultoso que salieran jugadores porque estamos muy lejos del mundo. Cuesta muchísimo, el chico que viaja tiene que hacerlo con entrenador, equipo, estar en Europa un tiempo, es muy costoso. Lo es de hecho entrenar aquí. En marzo, salían algunos chicos a competir y era un esfuerzo enorme entre un grupo de diez bancar a un entrenador para empezar no para grandes competiciones ni giras; dos semanas, tres y ya era carísimo costearse ese tiempo más el entrenador con u dólar carísimo.
-¿Qué figuras fueron sus espejos?
-Chris Evert, Martina Navrátilová, luego jugadoras como Steffi Graf, Gaby Sabatini, Justin Henin… ya nadie conoce a esas generaciones.
-En cuanto a técnicas y estilos ¿cómo cataloga a Guillermo Vilas y Juan Martín del Potro?
-Existe una gran diferencia. Vilas era un jugador de mucho esfuerzo, de horas de entrenamiento, constancia y perseverancia. Un jugador muy fuerte pero de mucho trabajo. Comparado con sus contemporáneos era el más esforzado porque Björn Borg entrenaba la cuarta parte o Jimmy Connors, con características muy distintas. Juan Martín es un fenómeno, no creo que haya otro jugador que pueda hacer lo que él después de las lesiones que sufrió. Siempre decimos no vuelve más pero regresa y tiene unos resultados fantásticos y está impecable. No lo he visto en otro jugador. Pero no se puede comparar, son épocas distintas… pero Juan Martín es un fuera de serie.
-¿Le parece que “Pico” Mónaco hizo bien en retirarse?
-Si no lo hacía feliz… Si no tenía ganas de esforzarse, entrenar, de seguir haciendo la vida de un tenista me parece bárbaro porque llega un momento cuando se viaja tanto que uno no sabe en qué lugar se despierta. Me parece bárbaro.
De un millón llega uno
-¿Tiene el ojo entrenado para saber quién puede llegar o no?
-Se ve cuando se los empieza a trabajar, la personalidad, quiénes tienen más garra. Mi trabajo es formarlos, darles las primeras herramientas y luego acompañarlos en ese crecimiento a las primeras competiciones y lo paso a otros entrenadores, “El Negro” Gómez, Mario Bravo, ya no estoy en competición.
-El tenis me hace pensar en la danza, uno deporte el otro arte, los dos individualistas en un mundo muy competitivo
-Es que comenzás a ser profesional a los doce años, momento donde aún los chicos están jugando, porque en la vida “normal” lo sos cuando terminás la carrera, a los veinte o veinticinco. Nosotros quemamos etapas, perdés amigos, familia, pero lo hacés como algo natural y a los doce años estás trabajando profesionalmente.
-¿Existe mucha presión de los padres?
-Tremendo. Y cada vez es más, con los padres detrás del alambrado todo el tiempo. Y llega uno en un millón y las frustraciones no son buenas y hay que saber manejarlas.
-¿Qué hubiera sido de no haber elegido el tenis?
-No lo sé. Nunca me planteé hacer otra cosa. Nunca largué la raqueta, tal vez la puedo cambiar por una cacerola que es mi hobby. Quizás lo haría diferente. Solo sé que hay que hacerse fuerte para bancarse tanta competencia, los viajes, la presión del partido.