Covid en primera persona
El doctor Jorge Garaguso, reconocido médico psiquiatra de nuestro medio, hombre de consulta permanente, fue diagnosticado en octubre 2020 con Covid-19, hace cinco meses. Vivió momentos tan tremendos que estando internado pensó que “morir ya no era un problema, hasta lo veía como una posibilidad”. Por estos días, los últimos de marzo afirma que “a pesar de todo lo que pasé, siento estar retomando el gobierno de mi vida, que es la única que tenemos en el aquí y ahora”.
Hay algo, es una apreciación personal, respecto a las personas que se enferman de Covid. Cuando mejoran, reciben el alta con convalecencia corta o larga, tienen la mirada triste, imposible de disimular. Por más que sonrían tras el barbijo o suspiren de alivio porque ya haya pasado lo peor, los ojos tristes, apenados, allí están. No hay luces, brillos, la mirada se vuelven opaca y los párpados se mantienen a media luz.
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Dicen que los ojos son el reflejo del alma y el alma de la humanidad –que está asustada- le otorga a los recuperados una tristeza que se instala en cada parte del cuerpo y el dolor visceral se trasluce en los ojos desencantados, taciturnos, desolados.
Si bien todo el mundo se encuentra más sensible -del miedo que tiene- los que no enfermaron aún conservan esa capacidad de esperanza de que no les toque y así puedan continuar sonriendo, tocando el codo o el puño del otro, sintiendo al semejante, aunque al mismo tiempo se escurra entre las góndolas de los supermercados para no encontrarse con nadie… aunque se muera de ganas de un abrazo.
El doctor Jorge Garaguso, reconocido médico psiquiatra de nuestro medio, hombre de consulta permanente, fue diagnosticado en octubre 2020 con Covid-19 hace cinco meses. Vivió momentos tan tremendos que estando internado pensó que “morir ya no era un problema, hasta lo veía como una posibilidad”. Un profesional con una trayectoria impecable que ha logrado sacar del pozo a infinidad de pacientes con algún tipo de trastorno psiquiátrico o emocional pensó, estando internado, que la muerte era la posibilidad de terminar con el dolor físico y el dolor del alma.
Su contacto con el afuera eran un par de palomas que cada atardecer lo visitaban en son de paz y de felicidad, ya que son aves espirituales, dicen aquellos que entienden de estos temas.
En mayo del año pasado, en el marco de una entrevista al profesional sobre la pandemia confió: “Le cuento una intimidad, como población de riesgo mi único fantasma es morir en soledad. Sigmud Freud decía: ´La meta de toda vida es la muerte´. No es el miedo a la muerte lo que nos desanima, sino el no poder estar acompañado por aquellos a los que en parte dieron sentido a nuestra vida”.
Tiempo en soledad
-¿Tiene idea de cómo se contagió?
Sí, con gente que hace años está en mi casa. Esa persona se sintió muy culpable por todo lo que me pasó pero nada de culpa tiene. El Codid-19 está para todos. Esa persona que aprecio mucho, cuidó de mí y siempre estuvo atenta a mis necesidades. Y le doy las gracias. Por otro lado reconozco que el año de pandemia me estresó mucho, debí aprender a conectarme con la tecnología. Atender por zoom o WhatsApp, enviar recetas online, con la preocupación que todos compartimos en este difícil país, sin vacaciones ni congresos. En la primera semana de Octubre (2020) yo comenté “me siento muy cansado” y el 11 de octubre empecé con síntomas. Yo le di el terreno al Covid.
-Una vez confirmado ¿cuáles fueron sus primeras acciones y sensaciones?
-Llamar a Jorge Gentile para ver qué pasos daba y resguardar al resto de mi familia y colegas con quienes comparto el trabajo diario y, en la medida que pasaban las horas y se aceleraban los síntomas, sentí miedo.
-¿En un punto de inflexión dónde el médico cedió su lugar al paciente?
-Cuando me siento mal me pongo en el lugar del enfermo. Me olvido del médico, dejo que me ayuden y cuiden. Cuando decidieron internarme porque comenzaron a surgir síntomas importantes, pensé: si me voy no vuelvo. Fueron días difíciles en la medida que transcurrían en soledad. Yo sabía que todos estaban pendientes, que un gran afecto me abrazaba… pero también sabía a dónde podía llevar todo esto… En un momento no di más y se lo manifesté por WhatsApp a mi hija Paz.
-¿Qué le dijo?
-¿Sabés Paz? espero que esto afloje, estoy sintiendo miedo… pena, el lunes Bruno defiende su tesis y yo con este baile”. Y ella me mandó una foto que nos habíamos sacado juntos en Nueva York y puso: “lo vamos a volver a hacer…” Recordarlo me emociona muchísimo. Otro día en esas horas solo, le mandé una foto de mi ventana a otro de mis hijos, Bruno, donde siempre se posaban dos palomas que por la tarde me visitaban.
-Lo acompañaban… se dice que son aves espirituales.
-Sí. Bruno me contestó: “Papá utiliza las enseñanzas de los orientales, contémplalas. Es bueno lo contemplativo. Los monjes tibetanos vivieron siglos así igual que los franciscanos, ayuda a la mente a estar tranquila. ¡Vamos pa, fuerza te quiero!”
Así cada tarde cuando aparecían las palomas me resonaban las palabras de Bruno y la contemplaba en el silencio, que es cuando se está con uno mismo.
Mi hijo mayor Guido me mandó dentro de un pijama un chocolate amargo -sabe que me gusta- y cada noche me ponía un cuadradito en la boca y pensaba en él.
-Fueron muchas emociones…
-Y mucho cansancio, mucho dolor, mucha tos, se me hacía eterno el tiempo y además la fiebre, las cefaleas, el no poder dormir… y en algún momento morir ya no era problema y lo había contemplado como una posibilidad.
-Pero llegó el día en que le dieron el alta.
-Pasó el tiempo y cuando mejoró la saturación, bajó la fiebre, disminuyó la tos, volví a mi casa… en realidad a mi cama un tiempo más.
-¿Estaba muy débil?
-Con un cuerpo envejecido, flaco y sin fuerzas. Pasé a dormir muchas horas… la mejoría se veía lejana -ya me habían advertido, tres o cuatro meses-. Con ansiedad, disminución de peso, pérdida de masa muscular y fuerza.
-¿Y emocionalmente?
-Permanecía con los ojos llenos de lágrimas, ver a mis hijos, los mensajes de amigos de toda la vida, colegas y los pacientes me sensibilizaban profundamente. Era un ventarrón de emociones que me hacía tocar la vida nuevamente. Aparte del cansancio se me sumó una gran labilidad emocional y lloré en silencio, lloré con mis pacientes que se emocionaron al verme y me conmocionó la muerte de muchos tandilenses.
Lentamente empecé a andar, caminando con ayuda, con bastón, lento, muy lento, pero veía que volvían las fuerzas. “El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan” decía Salvador Dalí. Siento que es estar como en una guerra sobreviviendo a tantas cosas, tantas cosas cambiaron fuera y dentro de cada uno.
“Nada tiene tanta importancia,
Nada es tan valioso,
nada es para siempre.
En realidad nada es nuevo
la incertidumbre es lo único
cierto en estos tiempos”.
-Cuando lo entrevistamos el año pasado, hablamos de los miedos y la incertidumbre. Recuerdo haberle preguntado si “existía un miedo normal”.
-En la medida que la realidad se imponía apareció el miedo y el enojo producido por la pérdida de la rutina. Surgió la incertidumbre, empezamos a sentirnos más vulnerables, asomó la tristeza por lo perdido y se inició un proceso de aceptación. Entonces es normal sentir miedo, enojo, tristeza, rabia, angustia, impotencia y es importante nombrarlas y hablarlas, “compartirlas con otros”. Y el miedo útil nos lleva a conductas positivas, a cuidarnos, pero esto pasa a estar mal cuando nos paraliza, nos desorganiza y entramos en pánico o algún otro trastorno de ansiedad. De por sí la incertidumbre del hasta cuándo, del qué vamos a hacer y cuánto tiempo durará crea mucha ansiedad.
-Esta pandemia tuvo un principio y tendrá un fin.
-Una mañana no muy lejana esto será un recuerdo. Nos creímos más fuertes, invencibles pero la realidad que nos invadió fue una gran herida narcisista para el mundo de hoy. Enfrentamos algo nuevo pero no inédito. Hubo otras pandemias y catástrofes pero se produjeron en tiempos de menos soberbia y más en este país donde sobran los políticos cínicos. El Covid-19 nos enfrentó a la muerte y nos llenó de miedos. La cercanía de la muerte nos enfrentó a un espejo y nos interpela acerca de qué estamos haciendo con nuestras vidas, lo único que tenemos. Debemos despertar, plantearnos, romper malos hábitos. Pero ahora me cuido yo para cuidar a los demás. Aún hay gente que no lo comprendió y ya pasó un año.
Estrés postraumático e intrahospitalario
-¿Es necesario combatir las emociones?
-Mire, es difícil encontrar en la historia una amenaza comparable por su extensión geográfica, sus efectos en la salud, su impacto emocional, su impacto económico, su duración, por la incertidumbre que genera en la vida y nuestros hábitos. Pero algo que tenemos que tener presente es que el sufrimiento y afección de los primeros días constituye una respuesta normal y saludable. Señal de que se está vivo y que nuestros afectos están relacionados a los aconteceres de la vida. No es normal no sentir, no sufrir. Como si el dolor, temor, abatimiento del principio fueran signos de irracionalidad o patológicos. El objetivo no es combatir las emociones que nos asustan como la ansiedad, tristeza, rabia, sino retomar el gobierno de nuestras vidas a pesar de ellas.
-¿Esta enfermedad da lugar al estrés postraumático?
-Muchos han pasado por la enfermedad de diferentes formas y con afecciones desiguales con estrés de todo tipo. Claro, el estrés postraumático persiste más allá de la fase aguda, desde dificultades cognitivas a la confusión. Y se va observando y nos cuentan los pacientes que sufren dificultades neurológicas como déficit cognitivo en el área psicológica, ansiedad, depresión, insomnio. Ya sabemos que el Covid-19 puede atravesar la barrera hemato encefálica, responsable de proteger el sistema nervioso y el cerebro de infecciones con consecuencias. Se sufre cansancio extremo -sleepy sickness- enfermedad del sueño, se ve la aparición de muchas depresiones severas y dificultades psicológicas, sobre todo cuando hubo hospitalización. No es lo mismo una persona con síntomas leves que otra con internación dónde recibió ventilación mecánica por lo que ha requerido hospitalización padeciendo estrés intrahospitalario.
-¿El Covid pueda exacerbar patologías ya existentes?
-Sí, existen estudios que han demostrado síndromes confusionales y depresivos –lo decíamos hoy- y mucha ansiedad. También es importante considerar aspectos de la propia personalidad y de nuestra forma de ser. El más reciente informe muestra que los llamados anticuerpos pueden permanecer en el organismo meses pudiendo causar daño y a eso se le llama el “Covid–largo” que incluye dolores articulares, alteraciones cognitivas leves, alteraciones cognitivas propias de las demencias y un estado de confusión llamado “Neblina Mental” (estado de Confusión Leve). Yo lo padecí.
-¿Cuáles son los aspectos más habituales en el proceso de recuperación?
-Podemos nombrar por ejemplo la ansiedad, el ánimo bajo, temor a padecer una enfermedad grave, pesadillas, alteración en el funcionamiento de la memoria, efectos sobre la atención, velocidad de procesamiento mental y funciones ejecutivas lentas, miedo al estigma, miedo a contaminar a los demás. Quiero destacar que la intervención psicológica es buena e importante para evitar cronificar miedos. Ayuda a superar traumas y a retomar gradualmente la vida y la actividad. Es crucial darse el tiempo necesario para la recuperación y es importante el apoyo del entorno.
-¿Qué medidas se pueden tener en cuenta para afrontar la vida en el después?
-Cada uno verá cuáles porque debemos recordar que esto no ha terminado y que debemos seguir afrontando y ayudar a afrontar. Tendremos que conservar nuestro ritmo de vida, descansar, mantener hábitos saludables, reanudar el cuidado de la salud y recurrir a los profesionales que nos correspondan. Muchos se han encerrado y no cuidaron los problemas preexistentes de salud. Estudios recientes confirman que muchos pacientes presentan un síntoma persistente entre los 4 y 6 meses de su fase aguda.
-¿Cómo cuáles?
-Fatiga, dolor de cabeza, trastorno del déficit de atención, caída del cabello, disnea o anosmia. La pérdida del gusto y olfato es transitoria durante la fase aguda pero luego un 20% de pacientes les dura 4 meses o más. Aún nos preguntamos si algunos síntomas sobre todo los psicológicos son debidos directamente al virus a la situación de estrés que supone enfrentarse a la pandemia, a los efectos secundarios de los tratamientos. Hay mucho por seguir estudiando.
“Todo va a estar bien”
“No quiero olvidar de agradecer por este medio a los trabajadores de primera línea, médicos, enfermeras, mucamas auxiliares, a todos. Los cinco minutos que entraban al cuarto eran sumamente cálidos y amables. A Elsa: escuchaba su voz por los pasillos y yo sabía que estaba. Al doctor Jorge Gentile a quien quiero desde el corazón, me visitó dos veces vestido como astronauta, siempre positivo y dándome ánimos “todo va a estar bien” decía con su estilo humilde, como persona de saber, de ética, de principios y valores… cosas que se perdieron en este país y a los dos nos duele mucho. ¡Gracias Jorge! Se comunicó permanentemente con mis hijos y mi hermano y aceptó los cambios de una interconsulta… felizmente a pesar de todo lo que le conté siento estar retomando el gobierno de mi vida, que es la única que tenemos en el aquí y ahora.
-Hay quienes piensan que seremos mejores personas o no. Cuando termine la pandemia ¿cree que esto dependerá de haber estado infectado o no?
-Lamentablemente la gente no termina de creer lo que genera el Covid-19 excepto los que lo han padecido o haya muerto alguien cercano al que no viste ni durante la enfermedad y nunca más. No debemos subestimar al virus ya que no volveremos pronto a nuestras vidas de antes. En cuanto a que seremos mejores o no, se me ocurre que se va a parecer bastante a lo que éramos puesto que los habitantes de la tierra somos los mismos. Sólo seremos mejores en la medida que cada persona (con sus valores y actitudes) se haga más empática, compasiva y solidaria. Porque en este largo año de pandemia a diario nos encontramos valorando y deseando muchas cosas que hasta hace poco eran cotidianas y sentimos más hondamente cómo es vivir sin un abrazo, sin el afecto cercano de nuestros seres queridos y sin poder despedir a los que se mueren.
-¿Nos deja una reflexión?
-Como dije anteriormente, debemos retomar el gobierno de nuestras vidas a pesar de las emociones que nos invaden frente a lo que vino para quedarse. Todos lo sufrimos de diferente forma y nos deja alguna marca. Cuando la pandemia pase debemos sincerarnos y ser más auténticos. En lo biológico generó cambios y aceleró procesos, en lo tecnológico lo que iba a ocurrir dentro de cinco años ya ocurrió y no va a parar toda la transformación en lo económico y social. Entramos en otro mundo. Un mundo en que todo nos causa temor pero debemos gestionar la angustia que nos provoca y no habitar en ella.
Durante la nota, tanto esta periodista como el entrevistado vivimos un tobogán de emociones, por momentos el psiquiatra explicaba claramente las consecuencias sobre la salud mental de esta pandemia; en tanto en otras, el hombre que enfermó y se curó se dejaba llevar por sus recuerdos que lo mantuvieron aislado y solo durante tanto tiempo. Está de vuelta pero no olvida la dolorosa experiencia, la asume y mira hacia adelante.
Cómo fortalecer la salud mental
1) No estar pendientes de los medios de comunicación las 24 horas. Limitar el tiempo de noticias.
2) Limitar la cantidad de tiempo que pasas leyendo y que sea información confiable.
3) Reiniciar hobbies.
4) Contacto con la naturaleza.
5) Mantener contacto con la familia y amigos (soporte social) por los medios virtuales posibles y dentro de lo permitido.
6) Evitar agotamiento (el confinamiento genera cansancio)
7) Cuidar el sueño. Tener rutinas. Lo importante es nuestro día a día.
8) Reconocer los sentimientos negativos que invaden nuestra mente. Poder pensar no estamos “encerrados”, estamos protegidos.