DESPUÉS DE QATAR 2022
Otros textos que surgen de la zurda del rey Lionel
Cuando aún no se acallan las voces por la incomparable actuación de Lionel Messi en la Copa del Mundo de Qatar, este Diario prosigue con la publicación de textos relacionados al capitán del seleccionado argentino.
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En este caso, las plumas de Néstor Dipaola y Bernardo Bruni, con líneas relacionadas al “10” albiceleste.
El verdadero Messi
(por Bernardo Bruni)
Pareciera que todo lo que se escribe después de ganar una copa del mundo resultara literatura. En la tarde del 20 de diciembre de 2022, millones de personas se amuchan tal cardumen para ver de cerca, o de lejos -en algunos casos ni lejos- a los campeones del mundo de futbol. Fútbol masculino, vale aclarar.
Y la realidad misma se toma el feriado también ¿Cuándo sino? Y comienza a pasar lo inverosímil en la Argentina: los jugadores de la selección dan sorbos a cócteles con ingredientes desconocidos de una mediabotella, fuman porros recién armados por ellos; cantan mientras arrojan billetes de euros a la multitud desde lo alto del autobús, que los recibe en sus bolsillos devaluados para convertirlos en aguinaldos; dos hombres se suben eludiendo todo control policial a la punta misma del obelisco y agitan la bandera nacional sin parar; corresponsales de prensa alemana o británica son atormentados con gritos y vítores en plena transmisión en vivo por TV, hasta ser embutidos por completo por el sudor ajeno y la espuma “Rey Momo” también ajena; una mujer baila desnuda colgada de un poste de luz ante la atónita mirada de un niño que lleva puesta la camiseta de Laferrere; niños que se suben descalzos a los entretechos para alcanzar con sus dedos nuevos a rozar a sus dioses mortales; fanáticos que se lanzan desde puentes hasta el descapotable ómnibus para caer en el mismo lugar de los homenajeados. Algunos no tendrán la puntería necesaria. La integridad física pasa a segundo plano. Todo eso, inmerso en el calor de diciembre. Como esos diciembres que tuvieron antes saqueos y balas, convertidos en diciembre de gloria y alegría. La desocupación y el hambre, también se toman el feriado.
Pero habrá un fanático que logrará colarse con suerte entre los consagrados. Que logrará forzar un abrazo con las estrellas del futbol mundial, entre ellos el astro máximo, Lionel A. Messi.
Nuestro fanático se llama Elio Anselmis, tiene 35 años, pero es empleado del peaje y encima de Olavarría. Tiene las facciones casi idénticas a Messi, quizá un poco más bajo. Alguna que otra cicatriz en la cara de algún accidente en moto. Se compró Elio la misma indumentaria que la selección, en 24 cuotas y trucha. Los dos empilchan idénticos, acordes a la ocasión. Los dos se miran como cavernícola que mira un espejo por primera vez. Pusieron ojos de axolotes.
Cuentan que los yaganes de Tierra del Fuego poseían una palabra hermosamente larga, una sola palabra, que significaba lo siguiente: «Una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambas desean pero que ninguna se anima a iniciar». Mamihlapinatapai. Estamos sin duda ante un Mamihlapinatapai.
El verdadero Messi piensa y sueña mientras mira: “Es igual a mí. Mi misma edad, misma apariencia. ¿Qué pasara si enrocáramos nuestras vidas? Si de repente me perdiera entre la multitud y fuera suplantado por este tipo. Mañana tendría que entrar a las 7 de la mañana a trabajar. Tomarme un café de filtro para poder soportar las 12 horas de trabajo. Aguantar a la gente quejarse y agarrársela con los trabajadores. Que la devaluación me devore el sueldo. Que alguien reciba un sueldo por trabajar sin trabajar. Los horarios rotativos y las perturbaciones fijas. Los veranos en Mar de Ajó. Quedarme sin mes a fin de sueldo. Pagar con el aguinaldo parte de mis deudas. No poder comprarme una casa, nunca. Tener que sacudir el tóner. Eso es lo peor, sacudir el tóner”.
El falso Messi piensa y sueña mientras mira: “Es igual a mí. Mi misma edad, misma apariencia. ¿Qué pasara si enrocáramos nuestras vidas? Los millones por día, pero entrenar como un perro desde las seis de la mañana. Antonela Roccuzzo, pero que todo el mundo conozca la cara de mi familia. Viajar a Marruecos o Japón de vacaciones, pero no poder ir a un restaurant. Ser siempre un emigrado y un migrante. No poder pasear tu perro. Ir al supermercado. No poder ser un nadie, nunca. Ser criticado siempre, eso es lo peor. Peor que sacudir el tóner”.
Ante la duda, Messi y el nuevo Messi volvieron a sus rutinas con sus propios excesos y sus miserias. Sin embargo, seguirán sus vidas con la certeza de que a partir de ahora, nada volverá a ser lo mismo. Seguiremos agitando el tóner, pero como campeones del mundo.
¡Felices Fiestas!
(por Néstor Dipaola)
Algo más de medio siglo atrás, cuando todavía estaba en la escuela secundaria, debutaba en periodismo, en este mismo Diario. Fue un domingo soleado -y soñado- en la cancha de Loma Negra, que jugaba con Defensa Tandil. O sea, debuté haciendo crónicas futboleras. En tiempos en que había “wines” y el número 9 era aquel “centroforward” dispuesto a “morir en el amanecer” si fuese necesario. Por eso, agradezco a los compañeros de la redacción que me hayan invitado a “escribir algo” sobre Lionel Messi.
El problema es que no podré aportar demasiado. Casi nada. Porque el devenir de la vida me llevó hacia otras inquietudes, aunque jamás me haya alejado del periodismo.
Hoy en día no veo fútbol, salvo algunos partidos de Santamarina, cuando el clima lo permite. Es más, ni televisor tengo, desde hace muchos años. Pero hago una excepción para los Mundiales y me arrimo al “boliche de la esquina”, como en la canción de Jaime Roos. Pero eso no alcanza para pretender ser “comentarista de Messi”. No lo seré, entonces. Y me desviaré, al escribir estas líneas, hacia el costado de las sensaciones.
La primera que se me ocurre es la del sufrimiento, justo en este momento de felicidad. Porque durante demasiado tiempo, en otros Mundiales, Copas América o lo que fuere, nos hizo sufrir porque esperábamos mucho -demasiado- de él y todo se nos escapaba, incluso la final en Brasil en 2014. Pero Lio también sufría, a tal punto de haber renunciado a la selección, por el año 2016.
La otra sensación es la de la esperanza. Porque quién no se ilusionó con traer la Copa del Mundo a la Argentina, desde el año 2006, que fue la primera que jugó Messi. La pudo traer ahora, en el quinto intento. Por eso Lionel se aferró tanto a este trofeo. Lo abrazó y lo besó, tal como haría una niña con su primera muñequita adorada.
Otra cuestión que asoma, nos guste o no, es la de las comparaciones. “Éste es un Messi maradoneano”, exclamó un vecino de mesa en la confitería del Plaza Hotel, en los primeros partidos. Es cierto, pero aquí es donde se abre la puerta de otra grieta, cuando la realidad es que los dos, junto con Pelé, están en un plano diferente, muy superior. Es el plano de los genios. Hubo y hay en el mundo decenas de futbolistas brillantes, como para poder ser calificados con 10 puntos. Pero estos tres quedan al margen de toda valoración. ¿Qué nota merecerían? ¿Un 15? ¿Un 20? Por ser superdotados, es imposible medirlos. Son genios. Por eso trascienden los tiempos, como Gardel, Mozart, o Miguel Ángel.
También están los que aprovechan este momento de Messi para pegarle a Diego por sus debilidades y errores que pudo haber tenido como ser humano. Como si ellos fueran las mejores personas del mundo. Es que a Diego no le perdonan sus fuertes convicciones sociales, incluyendo aquellas fotos con Fidel, Chávez o Lula. Esas convicciones que tenía Cacho, el centroforward de la obra de Agustín Cuzzani. Y eso es demasiado fuerte para esos miserables. Lio también las tiene y ha manifestado su preocupación por los desposeídos. Hasta creó una Fundación para los niños desamparados. Más allá de que no haya enarbolado -no tiene por qué hacerlo- la bandera del Che, como el Diego.
Por otro lado, Sócrates y Platón, si estuviesen en estos tiempos, hablarían del Messi “de la experiencia y sabiduría”, tal como se sostenía en la antigua Grecia al hacerse referencia a los “venerables ancianos”. Es que por algo, este hombrecito de 35 fue, en este Mundial, “el más perfecto de todos los Messi”. Genio, pero también sabio.
La última sensación es la más dulce, esa que nos besa en la boca. Es la sensación de la fiesta insuperable. “La felicidad se da sólo por momentos”, dicen los filósofos. Y éste es uno de ellos. En estos días de Papá Noel, Messi, Scaloni y todo el grupo, nos entregaron en bandeja este regalo maravilloso, incluso a quienes no acostumbramos a armar el arbolito. Diseñaron un paquete con el más bello de los envoltorios, y con letras doradas escribieron: “¡Felices Fiestas!”.