La Vidriera
El crimen de un viajante en el arroyo “El Perdido”
ADEMAS, EL INCREIBLE HOMICIDIO DEL “PETISO ANDRES”. DOS VICTIMAS DE PROCEDIMIENTOS INCONCEBIBLES DE MALVADOS SIN PERDON.
Ocurrió uno de ellos en 1981, en un paraje aledaño al partido de Tandil, en jurisdicción de Rauch, produciendo honda conmoción en toda la zona, por las características espeluznantes que lo motivaron y la forma cruel como fue perpetrado.
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Todo comenzó con el hallazgo por parte de un camionero de un cuerpo sin vida a orillas del arroyo “El Perdido” el 14 de setiembre de ese año. El cadáver tenia signos de golpes y perforaciones de bala. Presentaba, además, ataduras con alambre y estaba flotando en el agua.
La policía de la vecina ciudad, encabezada por el Comisario Oscar Omar Alonso, pronto se abocó al esclarecimiento del caso. No era de fácil resolución, porque la víctima era una persona muy poco conocida por el vecindario. La pesquisa se orientó hacia partidos vecinos, buscando en hoteles de la zona la posible desaparición sospechosa de algún cliente, lo cual podía facilitar datos del desconocido. Además, se le cortaron las manos al cuerpo siendo remitidas a La Plata para su identificación. Pudo saberse así que se trataba de Ricardo Antonio Andrada, viajante de alfombras, de 51 años de edad, domiciliado en el norte del país.
Con esos datos y otros que fueron recogidos, la policía fue armando el rompecabezas que habría de llevar bastante rápido a la detención de Italo Daniel Anastasio, hijo de un hacendado del lugar, quien había formalizado una vieja transacción comercial con la víctima, consistente en la compra al viajante de un automóvil Ford Taunus modelo 1976. De ahí en más y aduciendo siempre dificultades económicas, el joven rauchense había venido eludiendo el pago, no obstante los reiterados reclamos de Andrada. Este último, sin embargo, había conseguido que Anastasio documentara la deuda, lo que lo obligaba aún más a no eludir el compromiso. Pero la falta de recursos del deudor, evidentemente, persistía.
Fue así que, apremiado por las circunstancias derivadas de su insolvencia, al deudor no le quedó otra posibilidad –según pensó en el delirio de su agobiante situación- que eliminar al acreedor, planificando un crimen horrendo que cometió con la complicidad de dos menores -uno residente en Rauch y otro en Mar del Plata- el 26 de agosto de 1981.
Premeditado el hecho por Anastasio, cuando llegó a Rauch el viajante, le dijo –según declaró a la policía- que le proponía un arreglo económico en Ayacucho. Y allá fueron, tomando ese rumbo.
Cuando iban llegando al arroyo “El Perdido”, los dos menores, respondiendo a lo coordinado -armado uno con una carabina y otro con un garrote- les interceptaron el paso. “¡Esto es un asalto!... ¡vamos!... ¡vamos! abajo, abajo”, gritó uno de ellos. Y cuando Andrada, entre sorprendido y asustado, se dio vuelta para caminar en la dirección que le indicaban, el del garrote le aplicó un fuerte golpe en la nuca, circunstancia en la cual el de la carabina le efectuó un disparo en el cuello, rematándolo después con otros tres disparos que le quitaron la vida en forma instantánea. Después ataron el cuerpo de la víctima con alambres y lo arrojaron al arroyo.
Huyeron finalmente el instigador y los dos menores. Uno de ellos pernoctó en Rauch, viajando al día siguiente a Mar del Plata, su lugar de residencia. El otro se dirigió a su casa en la vecina ciudad. Anastasio, liberado del acreedor pero no de las rejas, tomó el camino ineludible de la cárcel, que seguramente, por malvado, habría de costarle mucho más, desde luego, que la deuda que por la compra del Ford Taunus había contraído con el desafortunado viajante.
EL CRIMEN INCREIBLE DEL “PETISO ANDRES”
Viejos resentimientos entre arrendatarios del campo “La Sara”, ubicado en la zona de Gardey, que no habían caído en el olvido por más que hubiera transcurrido el tiempo y estaban bien guardados para exponerlos cuando resultara propicio, hicieron eclosión el miércoles 6 de mayo de 1959. Eran las cinco de la tarde, cuando se encontraron casualmente Juan Andrés Lorenzo Fernández, español de 60 años de edad, más conocido como el “petiso Andrés”, y Manuel Valerio Nuñez, de 28.
Cargados los ánimos como estaban, resultaba casi inevitable la confrontación que partió del hombre mayor, quien según se dijo entonces había llegado a la arena de la disputa con el ánimo bastante predispuesto, luego de alguna ingestión alcohólica en el boliche
Parece que la intención de Fernández no era otra que aclarar ahí mismo el encono, ya que armado con una escopeta calibre 16 de un caño, amenazó al muchacho. Y cuando la madre del joven - Evarista Sosa, de 60 años - vio a su hijo en dificultades y se aprestó a intervenir, fue el momento en el cual el “Petiso Andrés” no vaciló en accionar el disparador. La perdigonada dio en el pectoral derecho de la señora, provocándole la muerte en forma instantánea.
Nada pudieron hacer para evitar el crimen su hijo y el vecino Víctor Labur que presenciaban la escena para salvarle la vida. De nada valió tampoco que el victimario tratara de justificar el crimen, diciendo que ella lo había amenazado con un palo.
La reacción del vecindario ante el crimen alevoso se manifestó entonces con gran indignación. La señora Evarista Sosa Viuda de Nuñez era una persona de irreprochable moral y conducta, en tanto el matador se caracterizaba, según la constancia policial, por su genio violento, por su comportamiento impulsivo, proclive siempre al enfrentamiento.