INVESTIGACIÓN
El mejoramiento genético de la papa es liderado por el Inta
Desde el INTA Balcarce avanzan en el desarrollo de nuevos materiales en línea con las necesidades de los productores, la industria y los consumidores.
La Argentina es un centro de diversidad genética de papa. Crecen naturalmente numerosas especies silvestres y nativas que crean un gran acervo genético para la búsqueda de fuentes de tolerancias a diversos factores que le son adversos a la papa cultivada.
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Con más de 80 años de trabajo enfocado en el desarrollo de cultivares adaptados a una gran diversidad de climas y suelos, el país tiene una larga trayectoria en el mejoramiento genético del tubérculo. En este contexto, el Inta encabeza la tarea de diseñar nuevas variedades.
“En la Argentina, la historia del mejoramiento genético de papa comienza en los años ´40, con materiales genéticos traídos desde los Estados Unidos”, recordó María Cecilia Bedogni –genetista y referente en mejoramiento del tubérculo del Inta– quien agregó: “Si bien la papa es originaria del altiplano al sur de Perú y en la Argentina tenemos alrededor de 23 variedades de cultivo andino –que también se encuentran conservadas en el Banco de Germoplasma de papa y forrajeras del Inta Balcarce–, estas especies autóctonas no han sido difundidas ni introducidas en las principales regiones productoras”.
Con una sociedad y una demanda de producto fresco –durante todo el año– en aumento, era imprescindible contar con materiales genéticos propios adaptados a las condiciones del sudeste bonaerense. Este fue el puntapié inicial del primer programa de mejoramiento genético de papa en el país, cuyo objetivo fue desarrollar variedades nacionales que puedan tener alta productividad, resistir a las virosis más frecuentes y, a la vez, lograr la independencia de la importación de papa semilla. Este hecho marcó el inicio de los estudios en genética y del mejoramiento genético en papa en el país.
Variedades propias
Fue así que, en 1948 el país registró la primera variedad de papa argentina: Huinkul MAG, un cultivar obtenido a partir de 4.000 plántulas de papa pertenecientes a 57 familias de la especie, donadas por el genetista Frederick Stevenson, genetista estadounidense de relevancia mundial.
“El impacto en la producción papera fue formidable”, destacó Bedogni quien señaló que “Huinkul MAG logró una rápida difusión en el país: alcanzó, en 1955, una superficie de plantación del 90 por ciento y registró un aumento en la producción de un 40; hecho que se produjo porque la nueva variedad poseía gran adaptabilidad a distintos ambientes, rápida recuperación a heladas, baja infección por virus y largo período de dormición de los tubérculos cosechados. A su vez permitió la posibilidad de una multiplicación continuada sin recurrir a las importaciones periódicas de semilla”.
Desde ese hecho histórico hasta hoy, el Inta desarrolló decenas de variedades comerciales. Con el acompañamiento del Centro Internacional de la Papa (CIP) algunas lograron gran relevancia internacional, como Achirana Inta –cultivada en más de 500 mil hectáreas en China–, Serrana Inta –tolerante a virosis y difundida en diversos países–, Pampeana Inta –de valor en la producción industrial de puré deshidratado, papines y de adaptación a manejos agroecológicos–, Frital Inta –de valor para la producción de papas chips y papines–, Calén Inta –de valor para consumo fresco e industrial–, Araucana Inta –tolerante a déficit hídrico, de valor para producciones sustentables–, Keluné Inta –para industria con alto contenido de materia seca–, Newen Inta –de alta producción para el consumo en fresco e industrial, tolerante a virosis y a déficit hídrico– y Brava Inta, aún se encuentra en proceso de inscripción.
“Es fundamental el rol que juegan los diversos programas de mejoramiento genético públicos, pues ofrecen la creación de materiales genéticos con adaptación a distintos ambientes productivos, distintos requerimientos industriales y de los consumidores y potencialmente alcanzables a toda la población”, puntualizó Bedogni.
Agregó que “de este modo es posible trabajar en pos de la seguridad alimentaria de la población, la independencia de materiales extranjeros para su adaptación al sitio local donde se producirá y el ofrecimiento al mundo de nuevas tecnologías”.
Una apuesta a las variedades nacionales
La papa es un alimento muy valorado y tiene un lugar de preponderancia en la mesa de los consumidores. Según la clasificación técnica, la papa es una especie de la familia de las solanáceas, junto con el tomate, el morrón y la berenjena. Durante la cosecha, los tubérculos que se recolectan pueden ser de cáscara lisa a rugosa y su coloración puede variar entre las tonalidades morada, beige y amarilla.
En la Argentina el cultivo se desarrolla en unas 80 mil hectáreas aproximadamente, de las cuales un tres por ciento corresponde a materiales desarrollados por el Inta y el resto a variedades extranjeras, como Spunta.
Gracias a las condiciones agroclimáticas del país, es posible su producción en varias regiones y en distintas épocas del año. En la actualidad, se cultiva en Buenos Aires, Córdoba-San Luis, Tucumán, Mendoza, Jujuy-Salta, Santa Fe, San Juan, Chubut y Río Negro.
En Tucumán, se cultivaron unas 7.800 hectáreas (datos de la campaña 2021). El principal destino de la producción es la comercialización en fresco. Sin embargo, se observa una tendencia en aumento de la demanda de la hortaliza para industria que, en la provincia, se abastece principalmente de papa proveniente de Buenos Aires debido a que la producción local no satisface las necesidades en cantidad y calidad. Por esto, un equipo de investigación de la Unidad de Extensión Valles Calchaquíes y de la Experimental Famaillá del Inta –Tucumán– evalúa el rendimiento y los parámetros de calidad industrial de variedades de papa cultivadas en la región.