Policías condenados por abuso de autoridad, vejaciones y privación ilegal de la libertad
En un reciente debate desplegado en el Juzgado Correccional, el juez Carlos Alberto Pocorena resolvió condenar a dos policías por abusar de sus funciones y agredir a jóvenes e incluso falsificar actuaciones para zafar de lo que habían realmente perpetrado.
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A más datos se condenó al policía Alejandro Oscar Blanco, a la pena de tres años de prisión, de ejecución condicional, e inhabilitación especial de seis años para ejercer cargos públicos, por resultar autor penalmente responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad agravada por haber sido cometida mediante violencia por un funcionario público con abuso de sus funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley en concurso ideal con apremios ilegales (primer hecho); en concurso real con vejaciones, privación ilegal de la libertad agravada por ser cometido por funcionario público, falsificación ideológica de documentos agravada por ser cometida por funcionario público y daño, en concurso real (segundo hecho), por los hechos cometidos en Tandil los días 26 de marzo y 4 de septiembre, ambos de 2015.
Asimismo, se sentenció a otro uniformado, Horacio Alberto Maccario, a la pena de dos años y tres meses de prisión, de ejecución condicional, e inhabilitación especial de cuatro años y seis meses para ejercer cargos públicos, por resultar autor penalmente responsable de los delitos de vejaciones, privación ilegal de la libertad agravada por ser cometido por funcionario público, falsificación ideológica de documentos agravada por ser cometida por funcionario público y daño, en concurso real, por los hechos cometidos en el 4 de septiembre 2015.
El primero de los hechos
Según reza el fallo, Pocorena dio por probado que el 26 de marzo de 2015, siendo aproximadamente las 10.30, en el interior del Hospital Municipal “Ramón Santamarina” el funcionario policial privó de su libertad a un menor de edad, en abuso de sus funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, al no existir motivo legal alguno que en su caso permitiera su privación de libertad.
En esa condición, mientras trasladaba al menor por el interior de dicho nosocomio, ejerció violencia física sobre el mismo en al menos dos oportunidades, al tomarlo, presionarlo y zamarrearlo fuertemente con una de sus manos en la zona trasera del cuello, sin llegar a lesionarlo. También, al interrogarlo en franco exceso y abuso de sus funciones, le exigió en malos términos al menor que le dijera dónde se encontraba la bicicleta sustraída del interior de dicho Hospital la noche anterior, como así también que confesara la autoría de dicha sustracción y revelara quién era el restante sujeto que se veía en la filmación de las cámaras de seguridad del citado hospital y que en dichas circunstancias le exhibía al mismo.
El relato del menor
El juez se tomó de la declaración de la denunciante, la madre del menor, cuyos dichos resultaron coincidentes con lo que iba a relatar el joven.
Según relató el menor, concurrió al Hospital Santamarina donde trabaja su madre a fines que ésta le firmara una nota para la escuela para poder retirarse de la misma a las 15.30. Cuando ingresó y encontrándose en el hall del mismo, previo a subir a buscar a su progenitora, es parado por un señor que le dice que espere allí, dado que los ascensores no andaban. Pasados unos pocos minutos se le acercan dos policías uniformados, los cuales le dicen que vaya para el lado de las escaleras, y allí comienzan a preguntarle dónde estaba la bicicleta que se había robado, y el otro chico.
Allí el joven les dijo que había llegado al Hospital solo por la nota que tenía que firmarle la madre, y que no tenía ninguna bici, que había ido caminando al Hospital. Pero luego de insistirle unos minutos acerca de lo mismo, el policía más alto que es el que hablaba y le reprochaba el robo, lo tomó fuertemente de la zona del cuello, y lo llevó caminando por el pasillo del Hospital para el lado de la guardia, mientras le iba diciendo “dale pendejo de mierda, ahora me vas a decir dónde está la bicicleta y el otro pibe” (sic).
Una vez que caminaron por el pasillo, llegaron hasta donde termina el mismo, siendo éste un lugar donde están los médicos y enfermeros, pero que es un lugar donde no había nadie en ese momento. Que en dicho lugar este policía le seguía exigiendo que dijera dónde había metido la bicicleta, a lo que el menor solo atinaba a decirle que recién llegaba al Hospital. Allí, lo llevaron nuevamente por el pasillo hacia el sector de la entrada del Hospital, lugar donde entraron a una oficina en la que estaba este señor que lo había parado a su ingreso. Que allí tenían una computadora en la cual este hombre puso un video en el que se veía el robo de una bicicleta. Mientras miraban el video este policía le decía que él era uno de los que aparecían en el video, por lo que le seguía exigiendo que le dijera dónde estaba la bicicleta, momento en que lo tomaba con su mano del hombro.
En su denuncia insistió en que constantemente el policía lo amenazaba diciendo que si no decía dónde estaba la bicicleta lo iba a llevar a un instituto de menores.
De dicha oficina lo llevaron nuevamente por el pasillo hacia el sector de la guardia, siempre tomado de la zona del cuello y del hombro por el policía que era el que le exigía que dijera dónde estaba la bicicleta.
Una vez en dicho sector se hizo presente la madre del joven, la cual al llegar al lugar preguntó qué era lo que pasaba, a lo que el oficial antes referido le dijo de mala manera y en forma prepotente que “su hijo se robó una bicicleta” (sic). En ese instante entonces van de nuevo para la oficina donde habían visto el video, y esta vez lo miraron junto a su madre, la cual en todo momento les decía a los policías que ninguno de los que aparecían en el video era el menor.
Tras mirar el video, el uniformado les dijo que los tenían que acompañar hasta la comisaría, yéndose entonces de allí el menor junto a su madre y estos dos policías.
El joven recordó que esa misma tarde supo que la policía fue hasta su casa a buscar la bicicleta, permitiéndoles el ingreso su mamá, pero no encontraron nada de lo que buscaban.
A la vez, contó que de aquella situación violenta no le quedaron marcas o lesiones visibles, pero si se puso muy mal por lo sucedido.
Vale destacar que una vez escuchado el testimonio, se reprodujo en la sala de debate la videofilmación que registró precisamente cuando el policía lo lleva tomado del cuello al menor y en un momento dado lo zamarrea, que es ahí una de las tantas veces que le dijo que confesara dónde tenía la bicicleta.
En las imágenes también se ve la escena y se escucha: “Ves guacho que sos vos el del video” (sic), a lo que el menor le decía todo el tiempo que no era él y que no lo tratara de chorro.
El otro suceso
En el otro suceso ventilado en el cual quedaron imputados los dos policías, el juez también da por probado que el 4 de septiembre de 2015, aproximadamente las 23, en la avenida Lunghi y Ruta Provincial 30, los funcionarios policiales de la Seccional Segunda, se movilizaban a bordo del móvil a los fines de interceptar la circulación del vehículo marca Ford Escort que circulaba sobre dicha arteria, al cual le dispararon innecesariamente con postas de goma impactando los proyectiles en el vidrio trasero y ventanilla del acompañante dañando las mismas, cuando estaba circulando y luego sobre el capot al detenerse, obligando luego a que el conductor (menor de edad) del vehículo detuviera la marcha y descendiera junto a sus acompañantes, también menores.
Una vez en el piso los tres ocupantes del vehículo, por disposición de los funcionarios policiales, uno de los uniformados le aplicó un puntapié a uno de los menores, mientras que el restante policía le efectuó un puntapié al vidrio parabrisas del rodado dañando en el lado del conductor (astillado), y a su vez le aplica un puntapiés a otro de los chicos en la zona de las costillas para luego, abusando de sus funciones, ponerle las esposas injustificadamente en ese marco de violencia y coacción a los tres ocupantes del vehículo, para luego trasladarlos con la excusa de identificarlos hasta la Seccional Segunda junto al otros policías convocados para la ocasión en apoyo.
Una vez en la comisaría, las víctimas permanecieron retenidas ilegalmente por aproximadamente una hora hasta que fueron entregados a sus progenitores.
Falsificación de documento
Para colmo de males, los policías perpetrarían otro ilícito en pos de ocultar lo que habían hecho. Es que una vez en la dependencia de Policía, insertaron en el acta de procedimiento labrado al efecto declaraciones falsas concernientes al hecho que se debía probar, desvirtuando substancialmente a raíz de esta falsificación ideológica el tenor del documento que resulta ser un instrumento público, originando ello un perjuicio para las víctimas y la justicia en cuanto dificultaba probar la ocurrencia de los hechos que sufrieran.
Los hechos en primera persona
Para arribar al citado veredicto, Pocorena valoró en forma armónica al material probatorio colectado en la causa. Subrayando la denuncia efectuada por uno de los menores, quien indicó que (…) el viernes de aquel 4 de septiembre de 2015, siendo las 23, se encontraba estacionado sobre Lunghi y Ruta 30, acompañado por dos de sus amigos observando las “picadas de moto”.
Cuando se encontraba parado mirando las picadas observa que pasa por delante de su automóvil un patrullero con las luces apagadas y a los cinco minutos de ver pasar el móvil se retira del lugar por Lunghi en dirección calle Pujol, cuando más o menos a los quinientos metros lo comienza a cerrar una camioneta, no observando que era un patrullero porque venía con las luces apagadas y sin sirenas.
Dobla hacia calle Alvarado dando la vuelta de manzana retomando Lunghi hacia Ruta 30 y cuando llega al lugar donde había público presenciando las picadas comienza a sentir tiros, que le rompen la luneta trasera de su vehículo y el vidrio del lado del conductor. Fue en ese momento que miró hacia el lado izquierdo y observó que era un móvil policial que estaba a la par de su automóvil y del cual provenían los tiros. Inmediatamente detiene su auto sobre Lunghi y antes de bajarse de su automóvil los oficiales del móvil tiran otro tiro al capot de su automóvil que ya estaba detenido.
El chofer del móvil descendió y lo amenazó delante de sus amigos y le manifestó textualmente: “Ah te vas a escapar, así no” e inmediatamente le pegó una patada al parabrisas provocando el estallido del mismo. El mismo oficial le dijo textualmente: “Que le diga al juez que él había sido el que le rompió el parabrisas”. Posteriormente le solicita que se tire al piso junto con sus dos compañeros y asintiendo la orden policial se tiran al piso y el oficial que venía de acompañante en el móvil le aplica puntapiés en la zona de las costillas para luego esposarlo. Acto seguido lo subieron al patrullero junto a su amigo y lo trasladaron a la comisaría.
Varias horas después su amigo lo llamó por teléfono y le comentó que los oficiales que lo llevaron a él en otro patrullero comentaban entre ellos: “Vamos a decir que me apuntó con un arma de fuego por eso actuamos así”.
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