Entre venganza y la legítima defensa, Fiscalía y defensa alegaron sobre la responsabilidad de los hermanos que dispararon y provocaron daños irreparables en un niño
La acusación dio por probado los hechos como la autoría, y pidió 4 y tres años de prisión para los acusados. El particular damnificado agregó que las penas sean de cumplimiento efectivo y sean inmediatamente apresados. El representante de los imputados alegó la legítima defensa y exigió la absolución.
Ayer, a media mañana, se reanudó el debate en el Tribunal Oral Criminal 1 en donde se resolverá la suerte procesal de los hermanos Luis Miguel y Carlos Martínez, quienes repelieron una presunta agresión previa de vecinos a los tiros, sin mensurar que uno de los perdigones de dichos disparos podía dar contra la humanidad de alguien, como lamentablemente ocurrió con Raúl “Lalito” Giménez (9), quien sufrió la pérdida total de su visión de un ojo y su vida cambió para siempre, con daños irreparables, conviviendo con una perdigonada en el nervio óptico, dolores físicos y los emocionales, aquellos que aluden a los temores y pesadillas por lo atravesado de un año y medio a esta parte.
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Fue el tiempo de los alegatos, no sin antes escuchar a un testigo más, que aludió sobre lo que presenció horas previas al incidente escopeta en mano. Contó, como lo habían hecho otros vecinos de los Martínez, que vio cómo un grupo de personas se acercó a la casa de los acusados, y lanzaron proyectiles en medio de insultos y amenazas, hasta que vio cómo Luis Miguel salió raudo de la casa portando una escopeta. Al presenciar dicha escena, el testigo dijo que ahí decidió desentenderse de la violenta escena y se fue del lugar.
Sin más por aportar al debate, el Tribunal dio lugar a los alegatos, en los que las partes coincidieron en la autoría de los disparos pero expusieron sus argumentos para arribar a conclusiones diametralmente opuestas a la hora de pretender cómo cerrar el litigio penal. Mientras que la acusación pidió condenas de prisión, la defensa apeló a la absolución.
Acusación fiscal
Al tiempo del alegato del ministerio público, el fiscal Gustavo Morey replicó los lineamientos con que había arribado al debate, dando por acreditado tanto los hechos como la autoría de los dos hermanos acusados.
Detalló que se probó que Luis Miguel Martínez al menos ejecutó un disparo contra los vecinos Morales, mientras que su hermano Carlos gatilló en dos oportunidades, de los cuales los perdigones dieron contra la integridad física del menor Giménez, provocándole severas lesiones.
Para Morey no quedaron dudas sobre el accionar temerario de los Martínez, quienes eran conscientes de las consecuencias que podían caber hacia las personas que se encontraban en el lugar.
No obvió reseñar el acusador que el concierto de testimonios vistos y oídos a lo largo del juicio resultaron contestes y coherentes a la hora de reseñar la escena violenta, sin dejar de mencionar que entre los testigos se destacó a Miguel Morales, el padre de los jóvenes con los que los hermanos habían mantenido la discusión previa, que les avisó a los acusados sobre la presencia de niños en el escena, pedido que fue desatendido por los Martínez.
“Tiraron indiscriminadamente, apuntando a la casa”, enfatizó el fiscal para rebatir la idea que pretendieron exponer los hermanos a la hora de asegurar que dispararon al aire para repeler a los vecinos violentos.
Para el fiscal, los Martínez eran conscientes de los riesgos graves de su reacción escopeta en mano. Que no fue un descuido el disparo a la tapera. “No fue un accidente, no se trató de asustar sino de atacar”, sentenció Morey.
Ahondando sobre la escena previa que tanto los acusados como los testigos traídos por la defensa aludieron, acerca de los Morales yendo a la casa y lanzando insultos y piedras al unísono contra la propiedad de Luis Miguel y los suyos, el fiscal machacó sobre el registro fílmico de las cámaras de monitoreo de la cuadra, las cuales en ningún momento exponen semejante escena. “O los testigos son mendaces o se equivocan de día”, ironizó el fiscal sobre la credibilidad de los testigos citados para la ocasión y que nunca habían sido oídos a lo largo de la instrucción.
Morey subrayó que se estaba “lejos” de una legítima defensa como propugnaba imponer el abogado de los imputados, afirmando que no fue defensa, fue venganza, en el presunto caso de que se creyera que había existido una agresión previa de los Morales y compañía.
Así, arguyó sobre lo que establece el Código Penal al respecto, aclarando que no se trató de un acto continuado, una reacción inmediata ante determinada acción, ya que había pasado mucho tiempo.
Asimismo, apeló a la irracional reacción frente a los hechos endilgados, preguntándose sobre la racionalidad del elemento empleado, ya que frente a insultos y piedras lanzadas respondieron a escopetazos.
Sobre el arrepentimiento develado en pleno juicio por los acusados, Morey lo consideró tardío en pos de mejorar ahora su situación procesal, siendo que a lo largo del proceso no dieron gesto alguno al respecto.
A la hora de ponderar la pena a imponer, el fiscal pidió a los jueces que Carlos Martínez sea condenado a 4 años de prisión e inhabilitación para portar armas de fuego. Para su hermano Luis Miguel, en tanto, tres años.
Particular damnificado
Al turno del particular damnificado, Fernanda Menéndez coincidió con los trazos argumentativos del fiscal y la calificación penal endilgada, ahondando en lo que expuso el menor en la Cámara Gesell oportunamente como así también en la personalidad de los agresores, quienes arreglan las cosas así, violentamente.
Como suele ocurrir, apeló a una pena mayor que la planteada por el ministerio público, solicitando cinco años para Carlos Martínez y tres años para Luis Miguel, pero que le pena sea de cumplimiento efectivo, para lo cual exigió la inmediata detención por el “riesgo procesal de fuga” de los procesados.
Una defensa “triste”
Sin prisa pero sin pausa, el Tribunal le concedió la palabra al defensor Julio Vélez, quien con certera locuacidad intentó hacer trastabillar la solidez acusatoria, no sin antes, a modo de reflexión, insistió en el intento de evitar arribar a un juicio que podía haberse resuelto alternativamente, léase, en juicio abreviado.
“Es un día triste. Intentamos evitar este debate. Queríamos evitar que se reabriera esta historia que terminó con una víctima inocente”, alegó el abogado que no tuvo empacho en arremeter principalmente con el rol del fiscal.
Es que para Vélez resultaba más triste aún por el viraje que tuvo la calificación penal ahora pretendida por el fiscal, siendo que nada había cambiado durante el debate sobre lo que ya se había acordado en el juicio abreviado, frustrado por imperio de la voluntad de los papás de “Lalo” Giménez.
Enfáticamente, el defensor acusó que el fiscal había perdido el criterio de objetividad que debe imponer su función, ya que trató con distinta vara a los testigos traídos por la acusación y a los que presentó la defensa.
“Los mendaces fueron los Morales, que molieron a palos al papá de los Martínez el día anterior y nada se hizo al respecto”, se quejó el letrado, aludiendo a que los sucesos posteriores se hubieran evitado con la presencia efectiva del Estado, a través de las fuerzas de seguridad cuando sus pupilos denunciaron las agresiones padecidas.
No dejó de criticar que a los Morales y los Oscares (hermanastros) se les concedió una suspensión de juicio a prueba por aquellas agresiones demostradas, mientras que a los Martínez ahora se los quería meter presos.
Para Vélez, lo único que hicieron los Martínez fue defenderse de los ahora testigos estrellas de la fiscalía. “No tenían intenciones de agredir a nadie y menos a un niño inocente”, reiteró con vehemencia el abogado en pos de proclamar la inocencia de sus defendidos.
Ya abordando detalles clave de la pesquisa que aluden a los disparos, acotó que se efectuaron a unos 30 metros de distancia y el impacto contra la tapera donde estaba el niño no advertía presencia humana alguna. Fue un accidente.
Tampoco evitó señalar sobre el rol de la víctima en el proceso y hasta dónde su injerencia a la hora de la resolución de un conflicto como este. Al respecto, sostuvo que su saludable participación redunda en un acto de justicia pero que ello no debe perseguir revancha por el daño producido, apuntando así principalmente al rol del papá de la víctima.
También aclaró que sus pupilos tuvieron intenciones a lo largo del proceso de acercarse a la familia víctima del hecho para disculparse y ayudarla en lo que pudieran, pero que nunca hubo posibilidad de acercamiento. Siempre recibieron una respuesta hostil de parte de los Giménez.
Tras insistir en la figura de la legítima defensa, no dejó de señalar que si a criterio de los jueces merecían ser condenados, que se considere la pena mínima que establece el Código sobre la figura penal ventilada o, también, se aluda a las lesiones culposas, tipificación sensiblemente inferior a la hora de una pena en expectativa.
Cerrando el debate, los hermanos Martínez volvieron a hablar. Mirando a los ojos a los papás de “Lalito”, reiteraron el pedido de disculpas por el daño causado e insistieron en que estaban arrepentidos por lo ocurrido.
Sin más, el Tribunal dio por culminado el juicio, no sin antes informar que el próximo martes, al mediodía, ventilarían su veredicto en torno al suceso violento entre vecinos irascibles que derivó en lesiones irreparables para una víctima inocente.