El poslunghismo comenzó a desandarse
No es la intención pinchar el globo (que en este caso ni hizo falta por el cachetazo electoral a nivel nacional y provincial), pero en medio del clima proselitista se respiran nuevos bríos a partir del singular escenario que dejó las PASO en la ciudad de las sierras. Con lo que deparó la interna radical más lo cosechado por el justicialismo, se confirma que se está frente al final de una era. Desde diciembre o cuatro años más tarde, se cerrará una etapa signada por un liderazgo político que no supo de fisuras a pesar del devenir de una dilatada gestión que, de cumplirse los pronósticos, cumplirá 20 años.
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Sobran los motivos –tal reza el eslogan elegido para la nueva aventura electoral- para presagiar que desde el mismísimo momento que se vitoree la nueva victoria en las urnas comenzará a desandarse la debacle de un proceso político que se asemejó a los tiempos zanatellianos pero lo superó con creces, con una impronta bien definida, acompañada por una fuerte estrategia comunicacional, carencias evidentes que padecía aquel liderazgo del exteniente coronel devenido en intendente democrático por la prepotencia de los votos.
Fiel al estilo que supo acompañar a lo largo de estos años, la idea fue y será imponer un personalismo exacerbado que ni siquiera ya encuentra equilibrio en los dichos del propio líder, cuando destaca a su equipo. Es él. El hombre que hace falta –una vez más-. Una idea paternalista, con tintes caudillescos que ya no volverá a repetirse porque una ley frenó toda intención similar.
Pero el final del liderazgo de Miguel Lunghi no tiene que ver con la circunstancial contienda intestina que superó con uno de sus principales soldados que se animó a saltar del barco antes que el resto. Marcos Nicolini lo único que hizo fue exponer y exponerse para instalarse, con el objetivo de sumar voluntades y votos rumbo a la sucesión (el jefe comunal prefirió bautizarlo como la copia).
Del mismo modo quedó instalado Rogelio Iparraguirre desde el peronismo. Quien supo retener gran parte de los votos del vendaval nacional y provincial y mantener a la tropa unida, un anhelo que el justicialismo no gozó por décadas. Tal vez allí se entienda la conformación de la lista que lo acompañó. Primero tener a todos contenidos, después salir a sostener los trapos y evitar los cortes tan proclives por estos lares en otros escenarios.
El kirchnerista como el macrista mostraron una solidez que ya los aleja de ser una promesa para transformarlos en conductores de un espacio por venir, quienes obviamente deberán saber administrar la derrota (aún por verse por el lado de Iparraguirre) para no convertirse en otros tantos dirigentes que se fueron diluyendo con el correr de los comicios adversos.
Bajo esas dos figuras que levantan las banderas de la alternancia y renovación, quedó inmerso el pediatra que ante el resultado del domingo jugará el juego que más le gusta: el perfil vecinalista. Hacer la suya e incluso de ser necesario bajar los spots virtuales en que la gobernadora hablaba loas de la ciudad y la gestión comunal.
No tiene margen de coquetear con el corte de boleta, pero también quedaron heridas internas que sólo los días por venir y las urnas por contabilizar en octubre evidenciará hasta dónde llegó el daño.
Pato rengo
Sólo estas circunstancias pueden servir para explicar esa sonrisa transformada en mueca. El festejo medido, incómodo, que tuvo el lunghismo el domingo, con un Julio Elichiribehety casi guardado en una sala del Comité y un nervioso Juan Pablo Frolik bajando del escenario y sacándole el micrófono a su padre político para que no se exponga vaya a saber de qué, e incluso demorando en propiciar el saludo con el digno derrotado que lo había ido a felicitar.
Tal vez ahora se comprenda que el radicalismo se estaba jugando algo más que esta contienda y abiertamente se debate sobre el poslunghismo.
A nadie le resulta ajeno que al día siguiente de los eventuales festejos en octubre y asunción en diciembre, se empezará a desandar ya sin tapujos esa carrera. Algunos ya se recostarán en el radical instalado, otros apostarán por otros que aguardan sigilosos su tiempo, una vez el pediatra retirado.
Ya no habrá proyecto faraónico por presentar ni sueños por compartir. Apenas la zanahoria de cumplir el anhelo –personal más que colectivo- de ser el intendente del Bicentenario.
Por eso no pocos comenzaron a instalar la idea del pato rengo. Aquel escenario que alude a un liderazgo que empieza a despedirse y hay sucesores en las gateras, adentro y por fuera.
En sentido literal, la expresión hace referencia a un pato que no es capaz de seguir el ritmo de la bandada, y que por lo tanto se convierte en blanco de depredadores.