Necrológicas
ENRIQUE HÉCTOR GIACOMELLI (TITO)
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Nació, en Tandil, el 9 de julio de 1937, y era hijo de inmigrantes italianos, Doña Antonia Gasparotti y Don Lorenzo Giacomelli. Fue el menor de una familia conformada por cinco hermanos, creciendo en el barrio de 14 de julio al 1300, Fue allí donde se hizo querer por familias vecinas, que cuidaban de él, ya que su mamá enviudó antes de su primer año de vida y debió salir a trabajar como mucama del Hospital Ramón Santamarina.
Cursó estudios primarios en la Escuela 11 y luego, en la Escuela Industrial, llamada así por aquel entonces.
A temprana edad, comenzó a trabajar como cadete en la tienda “Aduriz”, donde hizo numerosos amigos y conocidos.
Posteriormente, desarrolló tareas como vendedor en una pequeña fundición local, como dibujante técnico con el inolvidable “Tero” Frolik, también en los Talleres Maggiori y luego pasó a Metalúrgica Tandil, a la sección Almacenes, donde estuvo hasta lograr independizarse y comenzar con una meta que atravesaría su vida entera: “Industrias Futuro”. Lo que inició como una pequeña fábrica de planchones, con el correr de los años se transformó en una mediana industria del hormigón vibrado, que abarcaba la fabricación integral de galpones, tinglados y todo tipo de construcciones rurales, con transportes y aserradero propios. La época comercial que le tocó vivir fue, la mayoría de las veces, de grandes contratiempos (devaluaciones, Rodrigazo, etc), pero siempre se esforzó al máximo para llevar adelante su empresa, mantener el personal y tratar de seguir creciendo. Fueron a veces experiencias gloriosas y muchas veces, terribles.
El 1 de febrero de 1963, contrajo matrimonio con Mariluz Araujo, con quien vivió hasta su partida, compartiendo etapas buenas y malas, pero siempre juntos. Fruto de ese amor nacieron dos hijos, Gustavo y Valeria, a quienes inculcó, a lo largo de la vida, valores de trabajo y respeto. Luego llegarían, para su alegría, los nietos, de quienes estaba totalmente orgulloso: Bruno, Chiara, Enzo y Santino, dándoles su amor y ternura.
Fue un gran aficionado a la lectura, pasó buena parte de su vida coleccionando libros y diarios. En su juventud, revistas como “Billiken” y “Patoruzito”, y ya adulto, diarios como Clarín y El Eco de Tandil.
Su vida pasó en gran parte por el trabajo en comunidad, integrando varias cooperadoras, como la de Sierra del Tigre, del Hospital Ramón Santamarina, del Centro Polivalente de Arte, entre otras, y dejando muy buenos recuerdos en la gente a la que acompañó.
Y quedan las palabras que le escribió su querida esposa: “Mi amor, el 6 de mayo se cerraron para siempre tus ojos celestes, cuánta tristeza hay en mi corazón. Fueron 60 años juntos, tanto en las buenas como en las malas; pero como buen hijo de italianos, salías al frente siempre, luchador y fiel esposo, cariñoso padre y amigo. Recuerdo las palabras que siempre me decías: ‘Qué hijos hermosos tenemos, hay mucho para agradecer’. Y luego, para completar la familia, la llegada de los queridos nietos.
Te quedó pendiente conocer la tierra de tus padres, pero el Señor vino antes a buscarte, y seguramente, desde allá arriba la estarás viendo.
Yo estaré esperando el momento de volver a verte, cuando el Señor lo disponga, sé que me estarás aguardando con los brazos abiertos.
¡Tito!, te vamos a extrañar muchísimo, dejaste en nosotros una huella inmensa, de grandes enseñanzas y valores. Te amamos hoy y lo haremos siempre. Mamá y tus hijos”.
NORMA EDITH CUIN
Norma Edith Cuin nació el 21 de febrero de 1967, en Tandil, y era hija de Ramón e Hilda. Su infancia transcurrió en el barrio de Villa Italia, con sus hermanos tan querido por todos hoy día. A sus 20 años, nació su primera hija, Lucía, siguieron tiempo después Juan Martín y Amanda.
Siempre fue una amante del rock nacional, transmitiéndoles a sus seres queridos ese gusto por la buena música, nuestras raíces del rock, como así también su amor por el peronismo igualmente inculcado, enseñándoles, además, que ni la dignidad ni las convicciones se negocian, y que siempre hay que ir con la verdad como bandera.
Comenzó su carrera radial en Radio de la Sierra, también fue la voz del Roca Rock, festival tandilense, durante muchos años, siempre apoyando a la música local, y locutora largo tiempo en la otrora radio madre, LU 22, FM Nitro y en FM El muro, cosechando siempre el cariño de seguidores a lo largo de esos años.
“Tus hijos, tus nietos Violeta, Simón y Amaru, tu hermana del alma Moni, Enzo, Juampi, y demás familiares, te extrañamos cada día, recordándote de manera feliz.
Nos dejaste un frío miércoles 5 de mayo de 2021, pero en cada canción del flaco, en cada mate, en cada planta del patio, en el abrigo de la gente que te recuerda con cariño, y sobre todo en la radio, es donde vas a ser eterna Má. Sabemos que encontraste esa paz allá en donde estás, y que algún día nos volveremos a abrazar”.
MARCELO OSCAR ALFREDO STUTZ
Marcelo Oscar Alfredo Stutz nació el 1 de abril de 1964 y falleció el pasado 3 de mayo de 2021. Era hijo de Osvaldo Henrique Stutz y Josefa Victoria de Turco, y el único hermano de Juan Osvaldo Stutz.
A sus 33 años, formalizó pareja con su mujer, Marisa Villarruel, y fruto de esa unión nació su único hijo Nicolás Marcelo Stutz.
Su profesión fue pintor de autos, desde los 20 años aproximadamente en adelante. En cuanto a lo deportivo, fue ciclista y hasta compitió a nivel profesional. Hoy su familia y amigos lamentan su deceso y ruegan por su eterno descanso. “Hasta siempre joven y aguanten los Ford Taunus”.
MARÍA ESTHER SANÍN
María Esther Sanín nació en Salto, provincia de Buenos Aires, el 24 de octubre de 1932. Su niñez fue de mucho trabajo y sufrimiento, pero pudo modificar esta adversidad con la fortaleza y decisión que la caracterizaban, virtudes que la llevaron junto a sus hermanos mayores a ser el sostén de su madre y hermanos pequeños. A los 24 años, contrajo matrimonio con Cándido Rodríguez, con quien formó una familia, junto a sus hijas Laura y Mirian.
María Esther fue una mujer valerosa, tenaz y trabajadora; su simpatía y sociabilidad le permitieron cosechar muchas amistades a lo largo de su vida, que transcurrió en el barrio de La Estación.
Sus nietos Adrián, Paola y Mauricio la conocieron como a una abuela cariñosa y dedicada, y sus bisnietos Jazmín, Ámbar y Manuel no pudieron disfrutar totalmente de ella a raíz de la enfermedad que durante muchos años la desconectó de sus seres queridos y sus recuerdos. Falleció el pasado el pasado 29 de abril de 2021, a los 88 años.
“Te amamos y siempre te recordaremos, fuiste un ejemplo de entereza y superación”.
GINO SCHIARATURA
Gino Schiaratura nació el 27 de septiembre de 1931, en Sant’Angelo in Vado, provincia de Pésaro, Italia. Hijo de Ángel Schiaratura y Antonieta Dominici, y el mayor de siete hermanos, creció en el seno de un hogar muy modesto y desde pequeño debió sufrir la pérdida de su padre. Partiendo de una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial, se aventuró a venir a la Argentina en busca de un futuro mejor para poder ayudar a su familia. Así, ingresó al país el 6 de agosto de 1951, solo y con jóvenes 19 años de edad. Lo que más quería era poder trabajar y progresar: realizó tareas de mantenimiento en edificios, armó y reparó bicicletas, y sobre todo, incursionó desde muy joven en la mecánica del automotor, su gran pasión.
Ya en 1952 pudo armar su taller de reparación de bombas inyectoras e inyectores, al que acudían desde muchas ciudades cercanas a Tandil, ya que era el único en la especialidad diesel. A la par, fue creando una empresa de transporte, llegando a tener 12 camiones Mercedes-Benz 6600. A partir de ese momento, se preocupó siempre por conseguir trabajo para sus camiones y concretó muchos contratos para transporte de materiales, entre otros, llevando piedra a Bahía Blanca y trayendo arena desde Monte Hermoso. También llevaba piedra de la cantera Carba a Mar del Plata, y numerosos trabajos más. Viajaba de noche y volvía a las 3 de la mañana. Dormía pocas horas porque debía levantarse muy temprano para atender el mucho trabajo que tenía en el taller.
El taller progresó y lo convirtió en uno especializado en la rectificación de motores al que llamó Ginter, por Gino y Teresa, como demostración del amor por su compañera de toda la vida y con quien el 14 de abril pasado cumplieron 66 años de casados.
Luego vino la concesión ofrecida por Mercedes-Benz Argentina, inaugurando en Tandil la casa central de Bari SA, en 1970. En 1997, la primera sucursal, en la ciudad de Olavarría. En 2004, una nueva sucursal en Bahía Blanca. Pero nunca paró de trabajar. Un emprendedor neto, como pocos. Siempre buscando más cosas para hacer: importación de equipos para riego Idrofoglia desde Italia, construcción de edificios en Tandil y Mar del Plata, etc.
“Amabas tanto trabajar, que hasta en tu último día, como podías, nos contabas tus proyectos. Fuiste tan carismático que cuando te comunicabas por teléfono con alguien de cualquier lugar o ciudad con quien habías estado alguna vez, con sólo decir tu nombre Gino, ya sabían sin dudar de quién se trataba. Ni necesitabas decir tu apellido.
En tu despedida, el proveedor italiano de equipos de riego dijo que los muros de su fábrica en Italia dicen tu nombre. Nos llenas de orgullo. Un hombre de bien. Sano. Ejemplo de trabajo, no sólo para sus hijos sino también para todos los que estaban a tu alrededor y que sin ser familia, te quisieron tanto. Tanto que hoy ellos también lloran tu ausencia.
Pero tenemos que decir lo afortunados que somos al haberte tenido. Y convencernos de que eso no termina nunca. Siempre serás nuestro papá. En la tierra o en el cielo.
Gracias por todo lo que nos diste y por todo lo que nos enseñaste. Uno cree que sus padres son eternos. Compartimos muchos momentos, proyectos y emprendimientos. Cada lugar o cada situación nos traen tu recuerdo. Papá, sentimos tanto la falta de tu presencia física, que cada recuerdo nos quiere arrebatar una lágrima. Y lo logra.
Trataremos de que estés orgulloso de tu familia. Tal vez no sepamos hacerlo tan bien como vos, pero daremos lo mejor de nosotros para intentarlo. Te lloramos, tu esposa, tus hijos, hijos políticos, nietos, bisnieto, tus hermanas y sobrinas de Italia, tus compañeros de trabajo de Tandil, Olavarría, Bahía Blanca y Mar del Plata. Te reciben en el cielo tus papás y tus hermanos.
Te amamos mucho: ayer, ahora y siempre. Te fuiste, pero nunca te podrás ir del todo. Quedará con nosotros para siempre lo más importante de vos: tu amor, tus enseñanzas, tus dichos y tu personalidad única”.
LUCIANA ANAHÍ RAVIOLI
Luciana Anahí Ravioli nació el 11 de noviembre de 1972 y partió de este mundo terrenal el pasado 1 de mayo de 2021, generando una profunda tristeza entre sus familiares y amigos.
“Estimada Luciana, hoy, en esta pequeña esquela, tengo que ser la voz de tu familia. Y lo soy porque ellos tienen la garganta anudada de tanto dolor, entonces me pidieron una mano y acá estoy, tratando de desanudar mi propia desazón.
Para empezar debo decir que tu vida puede resumirse en una estrofa de una canción de Fito Páez: ‘¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón’. Estoy muy seguro de eso. Siempre fuiste determinada en andar reparando dolencias ajenas y eso hiciste hasta el último día, a tal grado que, olvidaste hablarle a tu cuore para que siguiera meta sístole y meta díastole.
Fuiste una mujer visceral y extrema, tanto para explotar de enojo como para otorgar el perdón bien sincero. Fuiste una mujer distinta, fuiste fuerte hasta en la fragilidad. Conocí muy pocas personas con tus valores e integridad; preferías perder todo antes de joderle la vida al prójimo.
Fuiste una mujer que amó nadar y amó a Maradona por el simple hecho de que ambos te hacían sentir libre. Fuiste lectora voraz y eras capaz de filosofar por horas de cualquier tema. Amabas escuchar a Cerati y al Flaco Spinetta. Te gustaba el rock pesado de Rata Blanca pero creo que sólo era por Walter Giardino.
Fuiste mujer pájaro que batió sus alas en busca de sus sueños. Pero también fuiste mujer nido, cobijando lo más sublime que nos presta la vida, los hijos, y vos a tu niña la blindaste con todos tus atributos. Fuiste hija y hermana a tiempo completo, aún en los silencios y en los miedos (te angustiaba sentir que podías defraudarlos).
Fuiste baile y poesía para tu familia (siempre me hablabas de ellos). Fuiste amiga de tus amigos y fuiste la mejor amiga de tu exmarido, y eso, en los tiempos que corren, no es poco, claro que no.
En fin Luciana, estoy atascado con palabras que no puedo escribir. Estoy atorado con recuerdos que jamás podré plasmar en esta hoja. Y como las musas no van a venir a rescatarme, es momento que te despida.
Espero haber sido explícito. Ojalá que estas letras hayan llegado de la manera en la que las ideé, que hayan aterrizado en el lugar donde apunté, o sea, en ese corazón que siempre tuviste entre las manos.
No has pasado desapercibida Luciana, los que te hemos conocido damos fe de eso. Yo te agradezco con otra estrofa de una canción, en este caso la del mexicano Alberto Escobar, se llama Coincidir: ‘Soy vecino de este mundo por un rato y hoy coincide que también tú estás aquí, coincidencias tan extrañas de la vida, tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir’. Gracias totales por eso. Hasta pronto.
Le ruego a Dios que tu alma esté en paz y que le dé las fuerzas necesarias a tu gente”.
MARIO EDUARDO LEIVA
Mario Eduardo Leiva, “Karu”, “Vieji”, “Viejito”, para quienes lo querían y amaban, nació en Tandil. De profesión era carpintero, pero tenía vocación de artista.
Un artista con todas las letras, amante de la música, el show, los amigos. Una persona sumamente divertida que le ponía humor hasta a las desgracias. Siempre optimista y de fe inquebrantable. Soñador como pocos, daba todo lo que tenía para ver felices a otros. Compañero incondicional de Ani, le dio batalla a la más dura de las enfermedades y salió vencedor contra el cáncer.
Su alegría era inmensa porque luego de meses de tratamiento, su vida recobraba calma. Ahora podría disfrutar de la gran familia que tenía. Su orgullo eran sus hijos legítimos y los que había adoptado de corazón. Una de sus mayores felicidades fue ver a su hija Ángela consolidada como artista. Sus ojos irradiaban un brillo especial cuando la veía actuar sobre el escenario.
Es que sólo él sabía todo lo que había costado llegar ahí. Y cuando todavía quedaban vestigios de gozo por la victoria lograda, el temido virus se instaló en su frágil cuerpo. Y una vez más volvió a dar pelea, aferrándose a la vida como podía. Porque si algo hay seguro, es que él no se quería ir.
Algunos días retrocedía y cuando las esperanzas comenzaban a caer, él mostraba leves mejorías. Pero no alcanzó, después de 23 días de guerra, su corazón dijo basta. Ya no hay dolores ni sufrimiento. “Descansa en paz ‘Vieji’ querido. Quienes te amamos te recordaremos siempre y vivirás eternamente en nuestros corazones”.
SANTOS EDUARDO CONFORTI (CUQUI)
Santos Eduardo Conforti, más conocido por sus allegados como “Cuqui”, nació el 18 de junio de 1943, falleciendo el pasado 18 de abril de 2021, causando su deceso una profunda tristeza entre sus seres queridos y amigos.
“Qué suerte la nuestra, ser parte de esas personas que tuvieron el privilegio de haberte conocido, y nosotras, además, el orgullo de decir que somos tus hijas y tu esposa. Todo aquel que compartió al menos un rato con vos sabe de lo que hablamos. Incondicional, generoso, alegre, solidario, trabajador incansable, honesto como pocos.
Siempre dispuesto a dar una mano, siempre ayudando, siempre colaborado, siempre estabas ahí para el que lo necesitara, siempre de buen humor, siempre con una sonrisa que se asomaba detrás de tus bigotes anchos, ya teñidos de blanco por los años.
Nos dejaste a todos con las ganas de decirte ‘hasta siempre’, de decirte lo mucho que te amamos y te admiramos, de decirte que sos la mejor persona que este mundo ha tenido.
Estamos seguras de que tu paso por esta vida dejó huellas imborrables en cada corazón que tocaste y en cada persona que conociste. Dicen que sólo muere quien se olvida, y a vos, nadie te va a olvidar. Te amamos eternamente. Gracias por todo el amor que nos diste”.
SERGIO ALFREDO GARCÍA
Sergio Alfredo García nació el 8 de noviembre de 1932 y murió el 20 de mayo de 2021. Es triste aceptar la partida de una persona a quien en vida sus seres queridos y amigos han amado, compartido y mucho más, pero hay que recordar que es una decisión de Dios y se debe aceptar y resignar ante esta perdida. Su familia acercó hasta esta Re-dacción el siguiente sentido recuerdo.
“No nos resulta raro, andando por Tandil, encontrarnos con gente que nos dijera: ‘¡El doctor García era mi pediatra! ¿Cómo está él? Mándenle un beso de mi parte’. Sergio García llegó a la ciudad, ya médico, en 1964. Durante muchos años atendió en la misma clínica y en las salas municipales de De la Canal e Iraola. Después de jubilarse, mantuvo contacto con colegas y algunas amistades, y dedicó más tiempo a sus pasiones, escuchar música y cocinar.
Era muy tenaz en sus opiniones y sus afectos y a lo largo de su vida, fue formando una familia del corazón, además de la sanguínea. Tenía un gran sentido de responsabilidad para con otras personas y con todo lo que había que cuidar en una profesión y en una casa, desde la profilaxis médica hasta los enchufes o las plantas, pasando por la complicidad con cada nieto. Una de sus frases favoritas era ‘hagamos las cosas bien’.
En septiembre pasado, él e Ingrid Bachmann (fallecida este último marzo) cumplieron 60 años de casados (la foto es un recorte de sus Bodas de Oro). Su corazón no se acostumbró a la soledad después de una vida feliz y larga con ella”.