Necrológicas
MABEL NOEMÍ GONZÁLEZ
Recibí las noticias en tu email
Mabel Noemí González nació en de noviembre, hace 83 años, y falleció el pasado lunes 5 de abril de 2021. Hija de Manuel González y Teresa Galbassini, pasó su infancia en la vieja Federación de Cerro Leones, donde Manuel y la mayoría de los hombres de la familia trabajaban la piedra en las canteras. Ya en Tandil, estudió en la Escuela 37 y vivió, hasta su matrimonio, en la calle Roca casi Montevideo.
Estudió teneduría de libros y apenas abierta en Tandil la sucursal de Casa Beige, se incorporó al personal de la misma, donde trabajó más de treinta años, siendo en la práctica la encargada de que todo funcionara.
De carácter extraordinariamente alegre, era una persona muy querida por todos los que tuvieron la suerte de frecuentarla. Ya retirada de la vida laboral, inició otras múltiples actividades.
Integró por más de veinte años el Coro Cristo Rey, de la Parroquia del Carmen, del que fue directora. Además, fue fundadora del Centro de Jubilados y Pensionados del Barrio General Belgrano, donde vivía, en la calle Curuzú Cuatiá. También fue fundadora de la Federación Centro Sur de la Provincia de Buenos Aires.
Desde 1995, integró la comisión de la sociedad de fomento del barrio, de la que fue secretaria desde 2001 y presidenta desde 2019. Allí realizó una gran labor de renovación de la institución.
Participó de la ONG Fraterna Ayuda Cristiana y fue fundadora del grupo Rosa Mística.
Gran amante de la música y el canto, animaba todas las fiestas familiares con su contagiosa alegría. Cuando salieron los walkman, siempre lo llevaba encima, grabando todo lo que le parecía interesante, como lo hizo más adelante con su filmadora.
Era una extraordinaria tejedora y en su vida confeccionó decenas de prendas de lana, a cual de todas más hermosa.
Una de esas personas que alegran con su presencia allí donde van, Mabel hace un par de años comenzó un proceso de deterioro de su salud física que acabó con su vida a principios de esta semana.
Su hermana Nelly, su sobrino Fernando, con su esposa Ana y sus hijas Lua y Jazmín desde España; sus sobrinas Marina y Cristina; su prima Clide y su hija Mabel; sus amigas Clara, Noemí, Olga, Teresita, Pirucha, Dorita, Angélica, Pocha, Dina, Mirtha, Elsa, Pía, Elda, Ana, y sus amigos Juan, Alberto, Pocho, Yoni, Carlos, Juampi y Darío, sienten el dolor de su partida y sonríen por la alegría de haber compartido su vida.
JOSÉ ANTONIO MONTAGNA
José Antonio Montagna nació el 27 de junio de 1939 y falleció el pasado 30 de marzo de 2021. Creció en el pueblo de Tedín Uriburu, partido de Benito Juárez, junto a María Tipy y José Montagna, sus papás del corazón, quienes lo cobijaron en su hogar a la temprana edad de 3 años, cuando José ya sabía de pérdidas familiares y desarraigos.
Comenzó a ayudar desde pequeño en el taller de herrería de su padre, al mismo tiempo que realizaba sus estudios en la Escuela 8 “Martín Miguel de Güemes” de Tedín Uriburu. Allí forjó amistades que perduraron en el tiempo.
Conformó, en su juventud, la comisión del club San Martín de Tedín Uriburu y fue en esa misma localidad donde conoció a Haydée E. Mandraccio, con quien contrajo enlace luego de un tiempo de noviazgo, formando una familia que creció con la llegada de tres hijos: Jorge, José y Jesica.
A lo largo de su vida, desarrolló distintas actividades laborales, en general relacionadas al comercio y al campo, en el pueblo de Tedín Uriburu y en la vecina Benito Juárez, para finalmente asentarse -a partir de 1987- en Tandil, siempre acompañado por su familia.
Tuvo la dicha de disfrutar de sus nietos Agustina, María José, Martín, Octavio, Benicio y Conrado, y de sus bisnietas Josefina, Sofía y Franchesca. Durante sus últimos meses de vida, supo y disfrutó de la noticia de que sería abuelo nuevamente de una niña.
Pablo Neruda una vez escribió: “Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”, y José Antonio vivió rodeado del amor de sus padres, de sus amigos, de su amada compañera -con quien compartió y construyó un vínculo que perduró 53 años-, del amor de sus hijos, de quienes fue un padre bondadoso y paciente, de la alegría y cariño de sus nietos, yerno, nueras, sobrinos, sobrinas, cuñados.
José Antonio vivió sus 81 años rodeado de amor y él se brindó a todos los suyos desde su inmensa bondad.
“Y aunque te sabemos luz, tu partida nos invade a todos de un inmenso dolor”.
ISABEL G. BASAURI
Isabel Gertrudis Basauri había nacido el 27 de julio de 1940, y era hija de Gerardo Basauri e Isabel Olivera. Desde muy chica, tuvo que ayudar a sus padres a trabajar en el campo. Más grande, contrajo matrimonio y de esa unión, nació su hijo Eduardo. Luego de varios años, ya con otra pareja, tuvo a Estela, su segunda hija.
Su vida laboral la llevó a cabo, durante 30 años, en la Clínica Chacabuco, donde logró su merecida jubilación. Hace un tiempo se encontraba en el hogar Las Mariposas, donde encontró a grandes personas como a la señora Paula, su marido y todo el personal, que la cuidaron hasta su último día de vida, por lo que la familia está muy agradecida.
Con su partida dejó un gran dolor a sus seres queridos, sus hijos Eduardo y Estela, su nuera Nilda, su yerno Rodolfo, también sus nietos Gabriel, Claudio, Patricia y Natalia; sus bisnietos Milagros, Camila, Morena, Sofía, Valentina, Maitena, Francisco, Pilar y Mateo.
“Nos quedamos con sus mejores recuerdos. Hasta siempre vieja, algún día nos encontraremos y volveremos a estar juntos. Tus hijos”.
OSVALDO ALFREDO TORRES
Osvaldo Alfredo Torres nació el 27 de enero de 1964 en Tandil. Se casó, a los 18 años, con Fabiana Maldonado, con quien tuvo siete hijos: Iván, Marcos, Maxi, Sergio, David, Kevin y Yohana; cinco hijas políticas, Daiana, Soledad, Diana, Dana y Elisa, y diez nietos.
Dedicó su vida a la familia, a su pasión River Plate y a su trabajo querido, la construcción. Fue una persona amada por sus familiares, sus amigos y cada uno que lo conoció. Falleció el pasado 29 de marzo de 2021.
“Te recordaremos por tu risa, tu voz y todo tu amor hacia todos los que te rodeaban”.
HILDA MARÍA BRAGGIO
Hilda María Braggio nació en Gardey, el 1 de febrero de 1950, pueblo donde también nacieron sus hermanos Esteban y Cecilia. Sus padres fueron Hilda A. Mendiguren y Luis A. Braggio.
Con sólo un año de edad, luego de la pérdida de su padre, se radicó con su madre y sus hermanos en Tandil. Creció en el seno de una familia que le transmitió principios y valores que fueron un ejemplo a seguir, y ella, durante toda su vida, en lo personal y lo profesional, entregó lo mejor de sí misma.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela 1 y el secundario en el colegio Sagrada Familia. Se recibió de Maestra Normal y ejerció brevemente como maestra de grado, hasta que ingresó al ISER como secretaria y más tarde, al colegio San José, donde se desempeñó también como secretaria en el nivel Primario y en el Superior. Su labor eficiente, de una rectitud, responsabilidad y puntualidad la destacaron siempre. En todo momento estuvo al servicio del otro, tanto de colegas como alumnos y padres, dando su vida y su tiempo con total generosidad y espíritu de solidaridad a la institución que representó durante la mayor parte de su trayectoria, el “Sanjo”.
Pensar en “Hilda María” para las amigas y colegas es evocar el trabajo sostenido de un ser comprometido con aquello que abrazó sin condiciones, la buena disposición por solucionar los problemas de todos, la voluntad férrea para gestionar con rapidez aquello que para muchos parecía imposible, como por ejemplo organizar una campaña para conseguir los fondos para quien lo necesitara, ya sea una operación de trasplante de médula al hijo de un colega o una bicicleta para una alumna del profesorado que vivía del otro lado de la Ruta 226, o bien defender como propia la liquidación errónea de un salario de un docente o tomar la responsabilidad de tareas de otros en su ámbito de trabajo.
Es también reír con sus ocurrencias y su increíble sentido del humor, es rescatar la verdad en sus sutiles ironías o en la perspicacia de su mirada del mundo, o admirar la perfección de todo aquello que abarcaba su labor cotidiana y aprender de su prolijidad, de su sentido común, de su dedicación.
Decir Hilda María para sus hermanos, sobrinos, sobrinos nietos, ahijados, primas y una vasta familia vasca de más de trescientos setenta integrantes, es sinónimo de unión; en su hogar de puertas abiertas a todo familiar que pasaba por Tandil, debajo de la pérgola con la hermosa glicina, todos eran bienvenidos y acogidos con alegría, y siempre era motivo de festejo. Todo el universo de la familia, en algún momento, más tarde o más temprano, confluía en ella. Sin duda, a ella le deben el inicio del árbol genealógico de los Mendiguren, la reunión de gran parte de la descendencia en noviembre del 2015, y tantos y tan buenos momentos imborrables.
Un ser increíble. Un espíritu libre. Una viajera incansable que recorrió el mundo, y cautivó con las bellas y divertidas historias y vivencias de sus innumerables viajes. Una persona cálida, amigable, franca, transparente como su hermosa mirada verde esmeralda.
Hermana, compañera, tía cariñosa y dedicada, amiga entrañable. Vivió, amó, entregó y dejó una marca indeleble en el corazón de su familia, de sus amigas, de todas y cada una de las personas que la aman. Su andar de pasos firmes en la tierra es hoy un vuelo de aleteos sutiles en el cielo, porque como dijo San Agustín: “Los muertos son seres invisibles, pero no ausentes” e “Hilda María siempre vivirá en nosotros”.
RAMONA JACINTA GÓMEZ
Ramona Gómez era oriunda de la ciudad de La Plata, donde se desempeñó como enfermera y ayudando al que podía. Nació el 9 de septiembre, pero fue anotada el 18 de septiembre de 1930.
Se casó con Ernesto López, a quien le decían “Juan”, y vino a vivir a Tandil. Dios le dio la oportunidad de ser mamá del corazón de Sergio Agustín y Yanina, quienes hoy sienten mucho su ausencia.
Muy querida por vecinos y sobrinos, la llevan en el alma sus hijos del corazón Agustín López, Yanina López, Luis Rezola, Ana; sus nietas Uma, Luli, Gianna, Nahi; sus sobrinos Mariana, Esteban, María, Daniel, Edith Rezola.
“Querida mami. Me gustaría decirte tantas cosas en este momento, como todo lo que extraño tus abrazos, risas, charlas, consejos, todo en este mundo, fuiste única y siempre lo serás.
Mami, mi corazón te llama, no te olvida y extraña. Espero algún día poder tenerte de nuevo y darte los besos de buenas noches como antes.
Gracias por darme lo que nunca nadie más podrá hacerlo, ese amor sincero, ese apoyo incondicional, y el haberme perdonado todas las faltas que te hice te hacen tan grande ¡Mami!”.