Con mensaje de lucha, integración e igualdad transcurrió la noche del Carnaval de Mi Tandil
Con dos botas representando la opresión, la imagen del Momo inauguró un nuevo corso en la ciudad. Las comparsas reflejaron el espíritu de integración, de protesta y también de alegría. Hubo muestra de solidaridad con el Limache y de defensa de la libertad. Como siempre, se apeló al reciclaje de los envases de espuma a cambio del sorteo de una bici.
Por tercer año la Avenida del Encuentro recibió al Carnaval de Mi Tandil en su 16to año ininterrumpido. Ayer desde las 19, las comparsas, murgas y ensambles empezaron a desfilar mostrando su colorido y llenando de algarabía la noche casi invernal.
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Tras finalizar la cuenta regresiva, se encendió la sirena y el Momo empezó a marchar por la avenida. Todavía algunos rayos de sol acompañaban la jornada y el ambiente sostenía cierta calidez.
A pesar de ir tornándose más frío con el caer de la noche, la gente se reunió frente al escenario principal para disfrutar de la propuesta gratuita para todo el público que presentan el Municipio y la Asociación de Amigos del Carnaval.
El intendente Miguel Lunghi estuvo presente junto al director de Cultura, Miguel Rouaux; el subsecretario de Cultura y Educación, Alejo Alguacil, y la directora de Integración y Extensión Comunitaria, Luján Brito.
Como es habitual en cada edición, al finalizar cada jornada carnavalera se sorteó una biclicleta entre todos aquellos canjearon su envase de espuma vacío por un número participante. La intención de esta propuesta que ya es un clásico del corso local, es cuidar el medioambiente y mantener la limpieza del predio. Por su parte, la cantina del Club Ferro ofreció panchos, choripanes y bebidas como siempre.
En ese contexto, la puesta en escena de tanto tiempo de trabajo que llevan las agrupaciones, el evento volvió a sostener el mensaje pidiendo por la vuelta del tren a Tandil. Los locutores recordaron que han pasado 12.909 personas inscriptas a lo largo de los 16 años ininterrumpidos.
Un Momo de botas
Aunque la tradición habla del Momo como un muñeco o figura creada para ser quemada al finalizar la festividad, en esta ocasión lo que se presentó fueron botas. Sí, un par de botas de militares sobre libros, lápices, ollas, con una ciudad de fondo.
La obra fue fabricada por la agrupación del Colectivo feminista Berta Cáceres en el Centro Cultural Atrapasueños y brindó un mensaje contundente representando la “opresión de las Fuerzas Armadas”.
En la escultura acompañando esas botas, carteles que con frases como “Ni una menos”, “Nunca más”, “Macri ya fue”, “El reino del revés”, “Arte callejero no es delito”, y finalmente, en la parte trasera “Fuego a todo lo que ni nos deja ser”.
Como ocurre desde las tradicionales fiestas paganas de hace más de cinco mil años, la aparición de Momo, considerado el dios de la burla, amo de la sátira y la ironía y rey de los carnavales, signó el comienzo del festejo y su quema, el martes, simbolizará no solamente el final de carnaval sino también el fin de todo lo plasmado en esa imagen.
La más nueva y la más antigua
La primera murga, que también estuvo en Gardey, fue la de Los Malabaristas del Andamio que debutó en este corso. El grupo con el mismo nombre de la institución terapéutico-educativa creada para personas con discapacidad y/o diversidad funcional aportó su alegría y un claro mensaje de integración.
A continuación, llegó el turno de la Comparsa Gardey, una de las más antiguas del carnaval que justamente presentó trajes históricos, nuevos y reciclados para recordar que hace ya 30 años existen. Los estandartes de este y otros años fueron sucedidos por las Bahianas y una coreografía que los chicos y chicas del pueblo y alrededores mostraron con mucho entusiasmo.
Con récord de integrantes, unas 100 personas se encolumnaron por la Avenida del Encuentro con la agrupación y haciendo uso de sus 15 minutos correspondientes mostraron su destreza al público frente al escenario.
La libertad de expresión como esencia
Reflejando el espíritu de la murga, como expresión artística, inclusiva y popular, capaz de mostrar la vida en un barrio, de lucha, de protesta y también de alegría, los integrantes de La Murguita de los Siete Colores, perteneciente al espacio cultural y comunitario de Villa Cordobita, irrumpieron reivindicando el “derecho a tener derechos”.
“Por muchos sueños, la murga de los colores y la esperanza”, anunciaron en su presentación. Los chicos subieron al escenario, con recitado y canciones contaron su realidad, alzando su voz poderosa dijeron: “no nos ignores más”. “Queremos pedir justicia por todas las pibas que matan cada 24 horas”, manifestaron e invitaron a todas las mujeres a cantar.
Además, repudiaron el accionar del Municipio con respecto al centro cultural, social y deportivo Limache y pronunciaron su abrazo a la gente de Villa Gaucho y a sus compañeros de Los Adoquines de Fulano de Tal nate la situación que los atraviesa.
A continuación, la familia de Candombe del Encuentro, llegó como siempre apostando a la unión. Según sus principios, es fundamental la idea de volver a juntarse, encontrarse y organizarse. Uno al lado del otro en armónico sonido de pura madera y cuero sonaron por un mundo pleno de amor y trabajo.
Ya el cielo había oscurecido y fue el tiempo de los Guardianes de Piedra, el grupo de Cerro Leones, “donde el bondi pasa poco y nos conocemos todos”, según cantaron.
Entonaron la canción que llamaron “de mi murga aprendí” que los chicos autodenominados “la banda de lechuga”, crearon. También con mensaje crítico, alzaron carteles con frases como: “no somos indiferentes, no miramos pa otro lado”, apoyando la lucha feminista, al Limache y defendiendo la igualdad. “La murga es libertad” y otra matanza frente al escenario significó el cierre y nuevo comienzo según la jerga.
La “matanza” es un momento dentro de la puesta en escena que forma una ronda, casi como un rito, donde los murgueros van mostrando en el interior distintas destrezas tanto de los bailarines y percusionistas como elementos estéticos tipo banderas o estandartes.
Final a ritmo de tambor
De a poco el final iba llegando y pocas agrupaciones restaban por pasar. El público era poco más abultado alrededor de las 21, pero esparcido a lo largo del corsódromo.
Desde lejos se oían los poderosos tambores de Reketupa, el ensamble de samba reggae coordinado por Nicolás Rampoldi y una sonoridad coreográfica ya característica. En esa instancia, el que no aplaudía bailaba o, al menos, movía los pies al ritmo de los percusionistas.
Llegaron luego los colores del centro Cultural La Vía, donde chicos y grandes se divirtieron al ritmo de su batucada. Los siguió Flor de Murga, este año presentando el lema “De cumbia somos” por lo que flamearon las banderas de los países que acunaron ese género.
Finalmente, como broche de oro o frutilla del postre, los colores, la alegría, los repiqueteos y la magia de Los Adoquines de Fulano de Tal. Con ese entusiasmo y espíritu festivo distintivo, cubrieron la calle de fiesta, tocando hasta el final de la pista, incluso terminada la pasarela delimitada para las comparsas. Otra vez, las baterías unidas en un solo sonido, los bailarines bajo un mismo color dieron el comienzo a cuatro días de celebración.