Homenaje
A 110 años del nacimiento de Santiago Selvetti, pionero de la industria metalmecánica de Tandil
El precursor de la metalurgia en América abrió los ojos al mundo el 12 de junio de 1912. Desde Tandil, logró todo lo que se propuso y fue reconocido por su fundamental labor para el crecimiento de la ciudad. El sentido recuerdo de sus hijas Irene y Margarita.
Hace 110 años, el 12 de junio de 1912, nació en América, provincia de Buenos Aires, el sexto hijo de una familia de inmigrantes italianos, Aurelio Santiago Selvetti, a quien cariñosamente todos en Tandil llamaban “Colorado”.
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Tuvo una hermosa niñez, rodeado del cariño de su familia y el amor de una madre que le dio ejemplos de trabajo, fortaleza y honestidad, cualidades que lo acompañaron también a él a través de toda su vida.
Su forma de ser -un “hombre de acción”- desde pequeño lo llevó a ser sumamente independiente; no quiso seguir concurriendo a la escuela y la abandonó en segundo grado, lo cual no fue obstáculo para que llegara a ser el artífice de su propio destino, que lo llevó a convertirse en pionero de la industria metalúrgica sudamericana.
Dueño de una intuición extraordinaria, sumado ello a una gran inteligencia, Selvetti se destacó siempre en todo lo que encaró. Además, su simpatía y generosidad innatas le aportaron no sólo muchos amigos, sino también la admiración de todos aquellos que lo rodeaban. Su imponente figura avalaba su potencial interior. Nada lo hacía detenerse, llevando a cabo cuanto se proponía, no sólo en la faz industrial, sino también en todo lo concerniente al bienestar de la gente, que era su constante preocupación.
Sus proezas
En 1947, creó una fundición a la que llamó Metalúrgica Tandil, que durante muchos años fue la única de Sudamérica.
En su apogeo, Metalúrgica Tandil llegó a contar con unos 40 ingenieros y 2 mil obreros, dando trabajo a 500 talleres de la zona.
También fundó una obra social para los integrantes de las fábricas metalúrgicas de todo el país. Asimismo, creó para el consumo de los empleados de sus fábricas una proveeduría y una carnicería. Su mano estuvo siempre tendida, con gran generosidad hacia todos, sin esperar gratificación alguna.
Fue uno de los que transformó a una ciudad agrícola ganadera en industrial, manteniendo su característica agropecuaria.
Fue elegido para integrar los directorios, siempre ad honoren, de diferentes empresas de la ciudad, algo que hacía con toda pasión, siendo un excelente mentor para todos ellos.
Son muchos los que aún hoy se animan a señalar que no existiría la Universidad Nacional del Centro si no hubiese sido por el apoyo y la ayuda de Santiago Selvetti.
A tal punto fue reconocido que la propia Universidad le demostró su agradecimiento, otorgándole el título de “Profesor Honoris Causa”, acto que lo llenó de orgullo.
Al margen de ese homenaje, también tuvo el reconocimiento que le hizo la ciudad a través de la entrega de la primera distinción “Juan Fugl-Día de la Industria”, por su “inspiración, actividad y visión comercial”.
A don Santiago nunca le gustaron los homenajes, siempre fue muy modesto, pero los citados reconocimientos, concretados desde la admiración y el cariño, le dieron sentido a los últimos años de su vida.
Diez años después de su fallecimiento, el 2 de septiembre de 2011, en el marco de la conmemoración del Día de la Industria, el Municipio de Tandil y la Asociación de la Pequeña y Mediana Empresa (Apymet) inauguraron, en la plazoleta ubicada en Del Valle y Figueroa, el monumento que rinde homenaje a Santiago Selvetti. La estructura está compuesta por tapas de cilindros, embragues, pistones y demás piezas, todas fabricadas en talleres tandilenses; pesa nada menos que 18 toneladas y representa el histórico perfil de las fábricas industriales de nuestra ciudad.
Ese monumento permite mantener vigente su memoria, lo cual significó que Don Santiago tuviera finalmente su merecido reconocimiento, como un pionero de la metalurgia tandilense, y precursor del desarrollo industrial de la ciudad.
El recuerdo
Dos de sus hijas, Irene y Margarita, acercaron al Diario las palabras elegidas para cerrar la semblanza recién presentada de su querido y distinguido padre: “Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Y esto no escapó a Don Santiago al haber tenido a su lado una gran compañera en María Luisa Rodaro, quien fue su segunda esposa y nuestra madre, y que estuvo junto a él durante 45 años. Ellos fueron y serán por siempre una pareja de ejemplo para todos los que llegaron a conocerlos; no era uno sin el otro, tan distintos y tan iguales.
Su espíritu está vivo entre nosotros, en sus obras, en sus dichos, en sus logros, y en el corazón de todos aquellos que lo conocieron y que lo amaban tal como era, con sus defectos y sus aciertos.
¡Gracias ‘Colorado’ por todas las sabias enseñanzas, sólidas obras y cálidas vivencias que nos dejaste!
Tu luz nos sigue iluminando.
Hoy, como siempre… cada 12 de junio, seguimos recordando tus pasos transitados por esta ciudad, que te vio partir el domingo 25 de noviembre de 2001”.