Necrológicas
CELIA HEBE BERROETA
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El 25 de noviembre pasado falleció la querida vecina Celia Hebe Berroeta.
Fue una gran amiga y comerciante que estuvo al frente de Calzados Claudia durante muchos años, liderando el rubro por la calidad y el buen Gustavo en su mercadería.
La vida no le dio hijos, pero sí sobrinos a los que brindó su cariño y compartió sus vivencias, apoyándolos en las buenas y en las malas.
Sus restos fueron trasladados a Rauch e inhumados en el cementerio de dicha ciudad.
“Buena amiga: Nos será difícil olvidar los momentos compartidos.
Celia Berroeta: descansa en paz”.
LAURA MARTA STAGNOLI
El pasado 8 de diciembre, a los 39 años, tras soportar una dura enfermedad, se produjo el deceso Laura Stagnoli.
“Naciste en el setenta y ocho, hija tercera de Marta y Horacio, en la barriada de Alsina al doscientos. En aquellas casas de Plan Hipotecario que permitió hacer familia numerosa, al tener vivienda propia.
Con amigos y vecinos jugando en los centros de manzana, sin medianeras, entre los altos nogales que conformaron el Monte de las Romerías. Y en veredas y calles sin autos, en zonas “alejadas” del centro.
Los varones con pelota, bicicleta, karting, deportes en la cancha del Club Santamarina, a una cuadra de distancia. Las mujeres con disfraces y juegos callejeros, convocándose de puerta en puerta.
Yendo a las escuelas del lugar, cruzando la Plaza de los Troncos y avanzando por la avenida hasta el Normal.
Los veranos de quinta, pileta y mate cocido. Los cumpleaños de festejo casero, con tortas y velitas.
El secundario en Escuela Polivalente con guitarras grupales, coro, ensambles y muestras musicales. Egresás como maestra nacional de música.
Gimnasta temprana, velocista en las pistas de atletismo de Unicen y el hockey en club Los 50. Luego seguirías el fútbol del Club Santamarina en todos sus torneos, fanática del aurinegro.
El amor juvenil te atrapa en sus redes y resultas madre pronta.
Al amparo de tus madrinas Alicia y Fabiana ingresás a Librería Alfa y aprendés el oficio; experta, muy experta, aquellos estantes no guardan secretos, conocés autores y su disposición. Te vi leer a Modiano y Carrére, saber cómo escribe un premio Nobel y así atender mejor al interesado.
Como tal despertaste el amor a la lectura en tus dos hijos, Agustín y Delfina. Madre sola, criándoles, supe que pedaleabas a tu casa en la noche: los tres en una bici y las compras en cada manubrio, con libros en la mochila de tu espalda.
Tus abuelos Calles, gente de campo y de Federación Agraria, acompañaron tu crecer. Tu papá Horacio, metalúrgico de Cuchillerías Uranga, atendió los nietos en escuela y deportes cuando pequeños. Muchos familiares compartieron tus contingencias, tendiéndote una mano. Y tus chicos haciéndose adultos en tales circunstancias.
Hasta enfermar, transitando ciclos de dolor y esperanza, buscando escabullirle al pesimismo. Tuviste enorme fortaleza ante lo adverso, probaste todas las curas posibles. Luego, este proceso irreversible que te demuele.
Tu ida no es serena, evitás te vean declinando, furiosa con tu inhóspita partida. Inexpertos, nos acercamos, ignorando cómo proceder.
Nos bamboleamos preguntándonos por qué…”.
Beatriz Harispe.
Dedicatorias
“La vida es un instante entre dos eternidades”.
Federico Bonaudi.
“Puedo llorar porque te has ido o puedo sonreír porque has vivido.
Puedo cerrar los ojos y rezar para que vuelvas o puedo abrirlos y ver todo lo que me has dejado.
Mi corazón puede estar vacío porque no puedo verte o puede estar lleno del amor que compartimos.
Puedo llorar, cerrar la mente, sentir el vacío y dar la espalda. Yo elijo hacer lo que sé que te gustaría. Sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.
Hasta siempre Lau, te amo”.
Alicia Laco.
AEROLITO TOTI
El 10 de diciembre pasado, a la edad de 86 años, se dejó de existir el vecino Aerolito Toti.
Había nacido en Adrogué, el 1 de febrero de 1931, en tanto que durante su vida laboral se desempeñó como panadero en diversos puntos (Villa Cacique, Daireaux y -especialmente- Rauch, entre otras).
Además, su otro oficio -carpintero- junto a su pasión por el teatro hizo que durante muchos años construyera bastidores y ofreciera la cuadra para montar obras.
Tras su retiro, ´viejito Toti´ -como lo conocían, se radicó en Tandil.
Dedicatoria
“Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo…”
Alberto Cortez
“Qué puedo decirte ´viejito Toti´ que no te hayamos dicho ya… Muchos mates con anécdotas y reencuentros, largas horas de pensamientos motivados por la esperanza de volver a tus sueños, la quinta, los pájaros, tus nietos y esa sonrisa que te dominaba la nostalgia por dentro….
Te vamos a extrañar mucho viejito, amigo, padre, abuelo, maestro de la vida; pero sabemos que estás entre tus afectos, cuidándonos.
Te adelantaste en el camino. Te amamos siempre. Siempre juntos.
Entre las estrellas, vuela alto.
Gracias por tanto amor
Tu hijo Daniel (“Nito”); tus soles nietos Ayelén y Julián; tu amiga nuera Katy”.
HECTOR RAUL MARINO
Nacido en San Cayetano, el 27 de abril de 1926, el pasado 6 de diciembre falleció el vecino Héctor Raúl Marino.
Tras pasar parte de su infancia en Rauch, se radicó en Tandil donde desarrolló la mayor parte de su vida.
Durante más de una década -hasta jubilarse- se desempeñó como encargado de edificio, tras un extenso ciclo laboral.
Viudo de Celina Magdalena Verea de Marino, su partida es lamentada por su hija Mirta Alicia Marino; su hijo político Oscar Loza; sus nietos Andrés, Luján, Luciana, Magdalena y Charly; sus bisnietos Benjamín y Coral; además de sus innumerables conocidos y amistades.
Dedicatoria
“No nos dejaste. Seguís estando en cada sonrisa, en cada refrán, en cada canción, en todas esas cosas que nunca faltaban en tus días.
Siempre subestimando a los problemas y desentendiendo los enojos, no hubo persona que no te adorara y no habrá alguien que no te extrañe”.
JOSE MEILAN
El 3 de diciembre pasado falleció José “Pepe” Meilán. Sus restos descansan en el Cementerio Municipal.
Recordatorio:
“¡Te fuiste el día después del cumple de Hilda! ¡Hasta en eso fuiste respetuoso, no quisiste arruinarle el día!
Te extrañamos y mucho. Sabíamos que el final se acercaba, pero no queríamos llorarte.
Extraño las charlas que teníamos; a mí no me importaba que estando muy enferma, internada, me hablaras del año 1933, porque ¡te veías feliz! De tus amigos que decías te venían a buscar… de los caballos, de los perros, de tus travesuras de joven,
La noche previa a que te fueras, te pedí llorando que te despertaras así hablábamos un poco. ¡Me miraste! Ahí supe que era la última vez que abrías tus ojitos de hombre sabio.
Descasa en paz querido suegro”. Julia.
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