Necrológicas
ALBERTO JOSE RIVERA
El 29 de mayo dejó de existir inesperadamente Alberto José Rivera, un vecino de Egaña que había nacido el 19 de marzo de 1946.
Vivió toda su vida en su querido Egaña y era hijo de don Francisco Zacarías Rivera (f) y doña Elena Guillermina Canziani (f).
Era el mayor de dos hermanos descendientes de una tradicional familia de campo.
Realizó sus estudios primarios en la Escuela 14, recordando a sus maestras “Mecha” Chanly (f), Elena González (Ñata) y Elba Gladys Correa, entre otras.
Se dedicó siempre al quehacer tambero, inicialmente con sus padres mientras que al fallecer su padre, se hizo cargo del trabajo junto a su madre.
Cumplió con el servicio militar en el Haras General Lavalle.
Fue uno de los iniciadores de la Liga de Fútbol Zona La Boca junto a su tío Luis, defendiendo a su club Independiente de Egaña. En esa institución fue jugador de primera división y siempre supo ganarse el aprecio de sus compañeros por su disciplina y honestidad.
Formó su hogar junto a Ana Eva Ondicol, surgiendo luego sus hijos –por los que se sentía orgulloso- Claudia, Pablo y Luis, a los cuales les inculcó la educación y la honestidad.
Posteriormente llegaron sus hijos políticos Rosa y Lucía; sus nietos Federico, Marisa, Camila, Jorgelina, Agustín y Santiago, mientras que la familia se completó con la bisnieta Morena.
Siempre le gustaba hacer muy buenos asados y comidas para reunir a toda la familia y amigos, con la intención de compartir momento de felicidad.
Alberto José Rivera era –como su padre- hincha de Racing y tuvo un hermoso recuerdo dedicado por Roberto Perfumo.
Su partida en su lugar de origen sorprendió a la familia, vecinos y amigos, a quienes les dejó como legado su respeto y humildad, además de los mejores recuerdos.
Hoy Enrique, Mirta, Laura, Gustavo, Elizabeth, te recuerdan y extrañan su presencia.
Sus restos descansan en el cementerio Municipal de Rauch.
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MIRTA MARCELA BETELU
El pasado 1 de agosto, a los 43 años, se produjo el fallecimiento de Mirta Marcela Betelú.
Había nacido el 20 de noviembre de 1973 en Trenque Lauquen, pero hace 35 años que residía en Tandil.
Se había jubilado hace dos años, tras desempeñarse laboralmente como encargada de edificio.
Dedicatoria
Hermanos Carlos y Luis sus cuñadas Laura y Maria..
“Mamá:
Nos cuidaste toda una vida y hoy te toca seguir cuidarnos desde el cielo!
Gracias por cada enseñanza que dejaste en cada uno.
No hay palabras para describir la excelente mujer, madre y abuela que fuiste.
Siempre te recordaremos con esa hermosa sonrisa.
Guiamos siempre nuestro camino y danos fuerza mamá.
Te vamos a llevar siempre en nuestros corazones..
Te amamos…
Tus padres Pedro y Mirta; tus hijos Cristián, Yesica y Gisele; tus nietas Micaela, Mia, Alma y Morena; tus hermanos Carlos y Luis; tus cuñadas Laura y María, familiares y amigos”.
ESTHER JUANA YAGÜE DE CIVALLERI
El pasado viernes 28 de julio nos dejó Esther Juana Yagüe de Civalleri, “la abuela Cuca” como la llamábamos en el entorno familiar y de sus amistades.
Fue hija de don Quintín, inmigrante español, que formó su familia con Dosolina Topa, con quien tuvieron cinco hijos, entre ellos Cuca.
Nació en la provincia de San Luis, pero desde muy pequeña la familia se instaló en Tandil, donde pasó su infancia y el resto de su vida.
Fue acá donde conoció a Santiago, un italiano que había llegado al país como tantos, después de terminada la guerra y en busca de oportunidades.
Constituyeron su familia, después de contraer casamiento el 6 de noviembre de 1954, y vinieron los hijos, Mario y Alicia.
Siempre se brindó a su familia, con amor y ternura, y así vio nacer a sus nietos Pablo, Mariano, María Eugenia, Natalia, Carolina y Matías. Los llenó de ese amor que sólo tienen las abuelas y también los disfrutó intensamente hasta su último día. Eran su luz y su razón de ser y existir después que Santiago partió, hace ya 17 años.
Siempre ayudando y pensando en el otro, compartiendo por igual penas y alegrías, nos enseñó por sobre todo el valor de la familia. Su casa siempre fue el lugar de la reunión dominical, el lugar de encuentro y disfrute. Nunca estaba cansada, nunca triste, siempre dando amor sin exigir retribuciones.
Cosechó amigas por doquier, quienes conocieron su espíritu alzado, su alegría y su disposición a dar siempre una mano. Hoy también la lloran porque dejó una huella imborrable entre quienes la conocieron.
Aunque no estés entre nosotros físicamente, estás presente en cada rincón, en cada encuentro y en cada conversación.
Gracias por lo que nos diste, gracias por el acompañamiento en los momentos difíciles y hasta pronto.
Sabemos que desde donde estés seguirás sonriendo y velando por nosotros.
Tu familia”.
JULIO ABELARDO PEREZ
A los 86 años, el 28 de julio pasado dejó de existir el vecino Julio Abelardo Pérez.
Nacido en Tandil, el 9 de julio de 1931, laboralmente se desempeñó en diversos sectores de Metalúrgica Tandil hasta alcanzar su jubilación.
Paralelamente junto a su esposa Magdalena Kloster fue construyendo una hermosa familia, a la cual disfrutaron durante los 65 años que transcurrieron desde su enlace hasta el 28 de julio pasado.
De ese amor surgieron seis hijos: Estela (f), Susana, Mirta, Jorge, Juan Carlos (f) y Ana Isabel.
Posteriormente se sumaron a la familia los hijos políticos, nietos y bisnietos.
Considerado un hombre bueno y trabajador, su deceso causó dolor entre sus afectos, que elevan una oración por su eterno descanso.
MARGARITA HERNANDORENA Vda. DE RULIN
El 30 de julio, a lo 96 años, se produjo el fallecimiento de una querida vecina, Margarita Hernandorena viuda de Rulin, quien hoy es recordada por sus afectos con sentidas palabras.
“Mamá. Madre de tiempo completo. Madraza como pocas. Tu entrega tuvo un nombre propio, Carlitos. Por los cuatro hijos, te desviviste, pero por él, diste cátedra de protección y cuidado.
Nació en Ramos Otero, partido de Balcarce el 21 de mayo de 1921. Hija de Juana Foulkes (f) y José Hernandorena (f). Vivió en varias ciudades. Se casó en Ayacucho con Antonio Felipe Rulin (f). Juntos lucharon para formar una familia de cuatro hijos. María Isabel (f), Antonio, Carlos y María Josefa.
“Para todo hubo tiempo” me dijiste viejita… “me casé a los 34 años, tuve cuatro hijos y tuve hasta que llorar a mi hija cuando murió tan joven”. Dolor que nunca acabó.
Creo, que sus mejores años transcurrieron en Ayacucho, en la Ruta 50. En la casita de la entrada a Vialidad.
Los últimos 14 años, transcurrieron en Tandil, con su hija menor y sus nietas. Y su eterno niño grande, Carlitos.
No hay nada que no te haya dicho, madre, mientras compartíamos las tardes, cuando llegaba de la escuela. Y el domingo 30 de julio, a la mañana, Dios te llevó a su lado. No tengo dudas que te ha dado el mejor lugar. Mujer santa en la tierra. Mujer luchadora y pura dedicación a su familia.
Las personas que la conocieron valoran su fuerza y que todo lo decía y hacía sin queja alguna. Nos quedarán sus enseñanzas, sus frases repetidas, del último tiempo. No te recordaré triste, madre, aunque se empañen mis ojos, porque tengo mucho compartido adentro. 96 años cumpliste el 21 de mayo. Y nos amenazabas con llegar a los 100!!
Gracias, madre por todo lo construido. Has sido ejemplo sin proponértelo. Y por siempre vivirás en el recuerdo de tus hijos, Carlitos, Mary, tu yerno, Eduardo y tus nietas, Sofi y Sabri. descansa en paz, madre. Que acá te cuidamos a Carlitos”.
María Josefa Rulin.
“Abuela Margarita:
Siendo las más chicas de tus nietas te conocimos ya grande se podría decir, pero nunca se notó tu edad por esa fuerza que te caracterizaba y con la que se te va a recordar siempre. ´¿Cuántos años tiene usted?´ te preguntaban muchos. Y siempre te sacabas edad. Tal vez porque te sentías más joven, de espíritu.
Como nietas conocimos y vimos tu lucha por ese hijo al que siempre cuidaste como leona, el tío Carlitos. Los que te conocieron pueden dar fe de ello.
También vimos y vivimos diariamente tu cariño incondicional. Porque aunque no entendieras mucho qué estudiábamos o hacíamos, siempre te alegrabas con las buenas noticias o los logros de la facultad y de la secundaria, y nos felicitabas con emoción, sabiendo lo que era importante para nosotras.
Después de tantos años de tenerte con nosotras se podría escribir un libro, y estoy segura que más de una persona fuera de la familia podría aportar anécdotas, porque hacías reír a muchos con tus ocurrencias que hasta a veces hacían enojar, pero eran entendibles. Por estas razones (y muchas más, por eso no miento con lo del libro) vamos a recordarte con una sonrisa. Quizá con alguna lágrima de nostalgia, si… Pero con una sonrisa”.
Sofía y Sabrina.
ALFREDO CASERO
El 31 de julio pasado, a los 83 años, se produjo el fallecimiento del vecino Alfredo Casero.
Su esposa María Teresa Andrés; sus hijos Mirta, Nancy, Adriana (f), Adriana Rosana, Andrea, María del Carmen (f) Claudio, Alejandra y Romina Casero; sus hijos políticos, sus 21 nietos, 23 bisnietos y su hermano lo recuerdan con amor.
“Querido Papi:
Te recordaremos siempre por el gran cariño que nos diste. Trabajaste mucho por tu gran familia, siempre con amor y tratando de ayudar a tus hijos en algún momento difícil.
Fuiste un gran padre y nos diste mucho amor.
Algún día nos veremos nuevamente. Q.E.P.D.”
EDUARDO ABEL SARASOLA
Recientemente se produjo el deceso de Eduardo Abel Sarasola, un hombre de trabajo querido y respetado.
Hoy su familia lo recuerda de la siguiente manera:
“Nos dejó el 26 de julio, sin poder concretar su deseado festejo al cumplir sus 60 años.
Toda tu familia -su esposa Marisa Simonetta; sus hijos Gabriel, Marisol y Matías; sus nueras Romina y Daniela y su yerno Mauro; sus nietos Luca, Jero, Facu, Franco, Joaquín y Martina- extrañaremos su sabiduría, sus experiencias, los viajes, pero recordaremos con alegría tantos hermosos años compartidos, con su mayor objetivo cumplido la familia unida.
Dedicado a la mecánica, trabajó 35 años en Transporte Villa Aguirre, donde reflejo toda su idoneidad, dedicación y responsabilidad.
Demasiado, bueno, trabajador y honesto, estuvo ayudando y enseñando siempre a quien se lo pidiera. Eso lo llevó a rodearse de cantidad de compañeros y amigos que hoy sienten su ausencia.
Siempre lo recordaremos como un gran esposo, padre, suegro, abuelo, hermano y amigo; con sus historias, sus tortas fritas los días lluviosos, sus asados familiares y con amigos; y tantos buenos momentos.
Te extrañaremos”.
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