Necrológicas
ELVIRA PERALES VDA. DE GRILL
“Corría el 23 de Noviembre de 1919 cuando Elvira, a quien apodarían Pirucha, llega al hogar de Encarnación y Vicente, siendo la benjamina de la familia con seis hermanos mayores.
Familia de españoles, se habían radicado en la zona de El Centinela, donde Pirucha transita feliz toda su infancia, alfabetizándose en la Escuela 9, junto a sus hermanos y amigos del barrio, la inseparable familia López, con quienes compartirían todo el camino de la vida. Innumerables anécdotas y recuerdos la caracterizan como vivaz, alegre, inquieta, curiosa y traviesa.
Ya en su adolescencia, la familia se trasladó a la ciudad, y, junto a su mamá, emprenden un almacén de la época al frente de su casa en Alem 120.
Desplegando su personalidad, incursionó en diferentes actividades sociales, practica básquet y teatro. Amante del baile, siempre presente, con su amiga del alma Chola López, en las tertulias del Monte de las Romerías y el club Independiente.
Como tía joven fue gran compañera y amiga de sus sobrinas mayores, manteniendo un fuerte vínculo afectivo durante toda la vida.
Estudia corte y confección, ingresando como modista a Casa Galver, donde la valoran por su alto nivel de responsabilidad y calidad de su trabajo.
En 1947, se radicó un nuevo vecino en el barrio, oriundo de La Pampa, José, al que conoció, iniciando un noviazgo y contrayendo matrimonio dos años después. Abandonó la actividad laboral para dedicarse plenamente a su hogar, hábil ama de casa y madre dedicada a sus dos hijos, José Luis y María Cristina, proyectándose en ocho nietos y cinco biznietos, fruto de un matrimonio durante cincuenta y nueve años.
Hoy, a los 97 años, habiendo cumplido tu misión de vida, una vida sencilla, honesta y transparente dedicada al servicio, brindando ayuda a quien lo necesitara, gran obra hiciste en todos los roles que jugaste, hija, hermana, tía, madre, abuela, amiga y vecina, valorada por familiares y amigos, partiste a la Casa del Padre con mucho amor y paz, agradeciendo la experiencia vivida.
Pirucha, simplemente gracias por todos los años compartidos… sigue tu viaje, seguramente muchos seres queridos te dan la bienvenida junto al Padre Celestial… hasta siempre… descansa en paz.
Tu familia”.
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VIRGEN DE LA SOLEDAD AGUSTINA CHEULA DE MASTROPIERRO
En la ciudad de La Plata el 3 de mayo de 1919, en el hogar conformado por Florinda Gorrini y Venancio Cheula, nació la segunda hija de la familia: Virgen de la Soledad Agustina.
Virgen hizo sus estudios primarios y secundarios en el Liceo de Señoritas de la ciudad de La Plata. Posteriormente se trasladó a Capital Federal para estudiar la carrera de odontología, en la Universidad de Buenos Aires, egresando como doctora en odontología.
Comenzó a ejercer su profesión en el Hospital Militar Central siendo la única mujer odontóloga, por aquellas épocas.
Al enfermarse su padre, siendo muy joven decidió radicar su primer consultorio en Hinojo, a pocas cuadras de la estación de ferrocarril donde su papá era jefe de estación.
Amaba el barrio de la “estación ferroviaria”. En los veranos descansaba en distintas estaciones de la provincia de Buenos Aires, donde su padre desarrollaba su actividad.
Una vez fallecido su padre Venancio, teniendo su hermana Bella casada con Oscar Peust (gerente de la Cooperativa Agropecuaria) residiendo en la ciudad de Tandil, tanto Virgen como el resto de su familia -madre y hermanas- decidieron trasladarse a Tandil. Constituyeron su hogar en Arana 1030. Allí es donde instaló su consultorio odontológico en agosto de 1948.
En el año 1949 ingresó en el Centro Materno Infantil. Ahí es donde conoció a quien fuera su esposo, el señor Pablo Mastropierro. Se casaron en la Iglesia Santa Ana el 15 de julio de 1950 y su matrimonio fue bendecido por el padre Pedro Passarelli, profesándose un amor férreo, compañero, indisoluble hasta la muerte de su esposo. De esa unión nacieron su dos hijos Analía Mercedes y Guillermo.
Atendió por muchos años a las niñas y ancianos del Hogar San José ad honórem.
Muy activa, fue junto a los doctores Arecha, Azurmendi, Elsegood, Lachiondo, Harispe, Iparraguirre, entre otros fue fundadora del Círculo Odontológico de Tandil e integrante de su comisión directiva. Hizo cursos de perfeccionamiento profesional, asistió a congresos de odontología, estudio de catequesis, relaciones públicas y de cocina.
También fue afiliada radical apenas llegada a Tandil, siendo una ferviente colaboradora acompañando asiduamente a su esposo.
Era socia vitalicia del club Ferro y colaboradora en la comunidad de su querida Parroquia Santa Ana.
Integró la Asociación Católica de la Iglesia Santa Ana. Tenía principios de fe cristiana. Era devota de la Virgen del Carmen y de la Virgen de Schoenstatt.
En el año 1998, el Rotary Club Tandil Norte -a través de la Avenida “Servicios a través de la ocupación”- la distinguió por su vocación de servicio para los más necesitados.
Fue una mujer de muchas virtudes, humilde, sencilla, dulce, querida por toda su familia y por quienes la conocieron.
Ejerció la profesión hasta el año 1980, cuando decidió jubilarse para acompañar a su esposo en su enfermedad, quien falleció en el año 1984.
Posteriormente su familia se vio ampliada con la llegada de sus tres nietos: Pablo, Agustina y María de la Paz.
Recorrió esta ciudad que quería tanto manejando su vehículo hasta los 80 años. Aunque siempre recordaba su origen platense, amó a Tandil, especialmente el barrio de la Estación, a su gente y admiraba sus paisajes.
Vivió en la casa matrimonial en Montevideo 1078 hasta su partida, hecho ocurrido el 19 de abril pasado.
DELIA SUSANA AGOSTINI
Este pasado lunes 1 de mayo nos dejó Delia Susana Agostini, “abuela Azul” como te llamábamos los más cercanos en la familia.
Delia fuiste hija de inmigrante: tu papá, Mario Agostini -de origen austríaco- vino a estas tierras en busca de nuevos horizontes, cargados de esperanzas y sueños. Uno de ellos debe haber sido formar (junto a María Pedemonte) una hermosa y numerosa familia: “¡Eramos doce hermanos!” siempre nos contabas. Miles fueron las anécdotas que compartiste, contándonos cómo fue vivir entre tantos hermanos; tus años de educación en Sagrada Familia; la tristeza que supieron sobrellevar entre todos, al perder una mamá siendo tan jóvenes. Siempre vimos en vos, Delia, una persona de bien, de amor y por sobretodo de entereza.
Fue un día de julio del ‘44 que te casaste con tu compañero de vida, Guillermo Treviño. Juntos tuvieron a su único hijo, Víctor Mario (como te gustaba decirle por su nombre completo). Se mudaron a las primeras casas del barrio General Belgrano y siempre orgullosa nos contabas el esfuerzo que había sido tener tu casa.
Guillermo partió muchos años antes que vos; siempre a su lado para cuidarlo y atenderlo, en las buenas y en las malas. Luego, hiciste lo mismo con otro de tus hermanos y tu cuñada querida “Pepita” en la casa de la calle San Martín.
Siempre ayudando y cuidando del otro, a tu manera; aunque a veces podría sonar “dura o mandona” siempre estuvo envuelta en el profundo amor y dedicación que siempre tuviste por los tuyos.
Fuiste una abuela que viajabas cada vez que podías a vernos a Mar del Plata; llevando bolsas repletas de chocolatines blancos que comíamos a escondidas de mamá para que no nos rete.
Muchos años más tarde, la vida nos vuelve a juntar en Tandil y volviste a vivir, en esta oportunidad con nosotros a tu casa del barrio Belgrano. Siempre queriendo ayudar a “Martita” con quien compartiste las mañanas, los días de estos últimos tiempos.
También tuviste en estos últimos años, “dos soles” que te alegraron cada día de tu vida: Lolo y Bibi; eran la “dosis de energía” diaria que necesitabas. Me hacía muy feliz verte tan feliz jugando con ellos. Tampoco me quiero olvidar del “almacenero” Valentino, como apodaste a mi ahijado de chico.
Aunque no estés más por acá, nos dejas miles de hermosos momentos que, quienes tuvimos la gracia y dicha de conocerte, siempre vamos a recordar. Gracias por todo lo que me diste a mí y a mis padres en los momentos más duros y difíciles que nos tocaron; gracias por los mates cebados; gracias por mimarme.
Como dijeron hoy a la mañana, no es un adiós, es un hasta luego; hasta luego Tatá.
Tu nieta “Natalita” y familia.
ESTEBAN JESUS ACUÑA (“EL SORDO”)
El 20 de abril pasado, a los 75 años, se produjo el deceso del vecino Esteban Jesús Acuña, conocido popularmente como “El Sordo”.
Había nacido en Azul, el 3 de octubre de 1941, aunque era considerado un tandilense más.
Hombre de trabajo, se desempeñó en el rubro de la albañilería y la colocación de planchones, siendo considerado por quienes lo conocieron como una muy buena persona.
Viudo de Luisa, tuvo dos hijos: Marcelo y Roberto. Con el tiempo llegaron también a su vida su exnuera María -a quien la familia le agradece todo lo hecho por “El Sordo”- y su nuera Aldana. La familia luego se agrandó con los nietos Emiliano, Pilar, Luisina y Juana.
JOAQUIN E. CAAMAÑO (“CHICHIN”)
El pasado 16 de abril, a los 91 años, se produjo el fallecimiento de Joaquín Evaristo Caamaño, conocido popularmente como “Chichín”.
Dedicó su vida al transporte para empresas como Shell, Magnasco y La Serenísima, donde cosechó innumerables amigos.
Formó su familia junto a Dora Dick, con quien tuvo dos hijos -Graciela y Rubén- y disfrutó luego de la llegada de sus cuatro nietas: Natalia, Camila, Melina y Antonella.
Recordatorias
“Papu querido, hombre trabajador, honesto y de bellísimos sentimientos, de mirada transparente y dulce.
Gracias por tu amor infinito, por habernos dado lo mejor junto a Mamá, tu viejita que perdiste hace solo diez meses. Le pusiste garra por nosotros para salir adelante. Gracias por habernos dado padres que son nuestro orgullo. Te amamos Papucho.
Infinitas gracias a todos los que nos acompañaron.
Hijos e hijos políticos”.
Abu:
Tu luz se apagó, pero para nosotros brillará para siempre.
Nos quedamos con tu amor, tu paz y tus sonrisas,
Fuiste un ejemplo y estarás por siempre en nuestro corazón.
Te extrañamos y amamos mucho.
Natito y Camilí”.
Al abuelito más bueno de todos:
Ahora tenemos que despedirte con mucha tristeza pero con la tranquilidad de que ahora, donde seas que estés, estás en paz y con la abuelita.
Siempre te vamos a recordar con una sonrisa, por el cariño que nos diste y por la alegría que transmitías.
Te amamos y te vamos a extrañar mucho.
Meli y Anto”.
RODOLFO KIELF (RUDY)
El 1 de mayo, a los 86 años, partió de este mundo Rodolfo “Rudy” Kielf, un hombre ejemplar, un gran padre y abuelo. Su familia y amigos recibieron la noticia con mucho dolor y tristeza.
Había nacido el 18 de diciembre de 1930 y se crió en el barrio La Florida. Se jubiló en la empresa Indio (La Plata Cereal) como jefe de personal. Siempre se dedicó a criar aves de raza, con el criadero “El Tata” y a su hermosa quinta. Además, era fanático de la pesca.
Gran persona y ser humano, trabajador, cumplidor, amable, familiero, cosechador de amigos, pasó sus últimos años en su hogar de la calle Ugarte, acompañado por su señora.
“Te has ido tan pronto de nuestras vidas que no podemos resignarnos. Siempre nos acordaremos de ti, en cualquier momento, día, noche, las parrilladas de todos los domingos. Nos preguntamos si nos extrañás tanto como nosotros a ti.
Te amamos y te recordaremos por la eternidad de nuestras vidas. Que Dios te tenga siempre en sus brazos”. Su esposa Isabel Fernández, su hija Estela Pilar Kielf, su hijo político Hugo Fernández, su nieto Lucas Ariel Blanco y Erica Pugni, su nieta política Tanina Thomas, su bisnieto Ciro Blanco, sus hermanos Adolfo, María, Frida (f); sus hermanos políticos Juan Domínguez, Juan Moreti, Casilda Haydée Ruiz y Martín Guerra.
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