Peritos aportaron a la tesis de la violencia de género que padecía la mujer acusada del crimen de su expareja
En la tercera jornada del juicio contra la mujer acusada del homicidio de su expareja, hubo aportes significativos de testimonios que cimentaron la tesis de la defensa, en torno al contexto de violencia de género que padeció por años la imputada, como así también sobre la dimensión de las lesiones que provocó a su exconcubino en el marco de una pelea.
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En efecto, profesionales, peritos del poder judicial que intervinieron en el caso, aportaron su experiencia sobre los sucesos previos y posteriores al incidente que terminó en tragedia, para así dejar sentado un contexto de violencia doméstica que padecía la mujer y que derivaron en el último hecho agresivo que, al decir del defensor Diego Araujo, se dio en el marco de una legítima defensa.
Asimismo, el aporte de los médicos policiales dejó abierta la posibilidad de que aquellas agresiones (la mujer cortó con un trozo de vidrio la yugular del exmarido) si bien legalmente eran consideradas lesiones graves, no revistieron peligro de muerte. Más bien el deceso del agredido se produjo por el cuadro de deterioro en la salud que ya padecía por resultar paciente de HIV.
Cabe consignar que la parte sanitaria mereció dos lecturas entre el par de médicos testigos, al aguardo de más médicos que comparecerán el próximo jueves, donde se dará por cerrada la etapa de prueba para echar a desandar los alegatos del fiscal Marcos Eguzquiza y el defensor Araujo.
No había violencia cruzada
Una larga exposición resultó el comparendo de la licenciada Julia Méndez, funcionaria del Poder Judicial, trabajadora social dependiente de la defensoría general, quien resultó muy ilustrativa y a la vez contundente a la hora de considerar que el caso, que se remonta a una década de abordaje interdisciplinario, revestía las características propias de la violencia de género. De hecho, añadió que la experiencia fue y es tomada como caso testigo en distintos ateneos y debates sobre la problemática de género y la violencia doméstica.
Tras detallar intervenciones realizadas desde 2003 a la fecha, desde distintos organismos estatales e institucionales, aludió a episodios concretos de violencia física que sufrió la mujer de parte de la expareja, sucesos que concurrentemente sucedían en los tiempos cuando la imputada estaba embaraza.
La trabajadora social reconoció una relación cíclica de la pareja, quien recurrentemente protagonizaba hechos de extrema violencia y luego se retomaba la relación, influenciada por actores externos, incluso desde lo religioso, puesto que el credo que profesaban los impulsaba a “preservar” la vida familiar por encima de aquellos gravísimos actos de violencia.
La testigo insistió en que se trataba de un caso “emblema” para que el sistema en su conjunto corrija acciones, amplíe la mirada dentro de lo que comprende la violencia de género, para luego sentenciar que de su informe, cotejado por apreciaciones de otros colegas, se descarta de cuajo que el caso sea considerado como “violencia cruzada”.
La contundente definición pareció ser un disparo directo a la tesis fiscal, quien propone una relación violenta en la que ambos integrantes formaban parte. Aquí la licenciada alude a todo lo contrario, a una mujer sometida a los designios violentos de aquel sujeto que terminó hiriendo de muerte.
La testigo insistió todo lo plasmado en el legajo de la mujer y sus hijos que encuadra en la violencia de género padecida, destacando como síntomas propios la baja autoestima, aislamiento, que evidenció la imputada.
Al decir de la licenciada, Marconi intentó en varias oportunidades durante la década atravesada salir de este “círculo vicioso”.
A preguntas del fiscal sobre por qué en su informe no reseñaba sobre lo que otros psicólogos oportunamente indicaron sobre la personalidad de la mujer en cuanto al cuidado de sus propios hijos, la testigo se excusó en no recordar aquellos aportes, aunque aclaró que todo el abordaje de la mujer y sus hijos implicaron un proceso evolutivo con vaivenes que hacen a los propios trastornos vividos, incluso la muerte de Varela, pero subrayando que a partir del abordaje de actores varios, entre ellos incluso instituciones de contención de menores, actualmente la familia se encuentra en franca evolución de mejora, de hecho se dio por cerrada la etapa de judicialización del Tribunal de Familia.
Las lesiones y la muerte
Posteriormente fue el turno del testimonio del médico cirujano, integrante del cuerpo forense de Homicidios de la Policía Científica, Julio César Julián, quien a pedido de la defensa intervino en el caso para analizar las lesiones que padeció el difunto como así la mecánica de la agresión en la eventual pelea desatada en la casa entre la pareja.
Respecto a la mecánica del suceso trágico, el médico reconoció que le resultó más coherente el relato que en Cámara Gesell dieran los hijos que lo relatado por la mujer, en cuanto a dónde y cómo ocurrió el incidente que terminó con ella provocándole un corte en el cuello con un trozo de vidrio, dando así crédito a la hipótesis del ministerio público.
Empero, se inclinó más al interés defensista cuando pasó a detallar sobre las características de las lesiones que sufrió Varela de parte de su exmujer.
A saber, el especialista ratificó en la sala lo que oportunamente había plasmado en su informe, dando cuenta que “la energía utilizada en el impacto sobre el cuello de Varela es de poca cuantía, dado que las lesiones que presentaba no lograron interesar en profundidad a los órganos del cuello”.
La lectura no resulta menor, puesto que las definiciones pueden llevar a invitar a pensar, como incluso el fiscal lo plantea de manera subsidiaria en una eventual condena, que la mujer no tuvo intenciones de matarlo (homicidio preterintencional), sino que la agresión fue producto de un forcejeo en plena disputa. Allí la defensa, entonces, aludirá a la legítima defensa.
El médico legista ratificó que la víctima no fallece por la herida punzo cortante en cuello sino que falleció por un cuadro de sepsis y falla multiorgánica, añadiendo que la herida en el cuello no era “idónea para producir muerte”. Más bien las razones habría que buscarlas en complicaciones intrahospitalarias sobre un paciente inmunodeprimido grave, acotando que de “haberse previsto esta posibilidad infecciosa (sida) el paciente/víctima no hubiera sufrido el cuadro de septicemia que lo llevó al óbito”.
A preguntas de las partes, el médico respondió que efectivamente el trozo de vidrio es un instrumento capaz de generar daño, “pero no la muerte” señaló.
Lo expuesto resultó en disidencia con lo plasmado por el médico policial local Roberto Leitao, quien sí refirió a que las herida sufrida y con la asistencia de urgencia que se le realizó, “no le infligió riesgo de muerte inminente… que sin asistencia se hubiera descompensado”.
Sin más y a la espera de más testimonios de especialistas en salud, cerró la tercera audiencia de un juicio que promete interesantes alegatos a partir del complejo cuadro de situación ventilado, en el que la violencia de género por más de 10 años subyace como promotora de lo que luego devendría en un final trágico en el que ni siquiera la intervención estatal, en este caso, pudo evitar.
Los hechos
Como oportunamente se informó, el suceso se remonta al 13 de abril de 2013, cuando alrededor de las 19.45, en el interior del domicilio de Magallanes 218, Yanina Andrea Marconi (28), utilizando un trozo de vidrio que habían previamente envuelto con una remera en uno de sus extremos para sujetarlo, agredió a su expareja Martín Ismael Varela, quien se hallaba en un delicado estado de salud por ser portador de HIV con signos avanzados de la enfermedad.
Tras aquella agresión, Varela quedó internado por unos 20 días hasta que falleció, producto del agravamiento de su cuadro como consecuencia de la lesión descripta y un proceso infeccioso, deceso ocurrido el 3 de mayo de 2013 en el Hospital local.
Respecto del episodio ocurrido la noche del sábado 13 de abril, se indicó que en medio de una fuerte discusión, la mujer recibió un golpe por parte de la víctima y que, en un intento “desesperado” y “de defensa”, lo lesionó con un pedazo de vidrio.
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