Julio Menajovsky: AMIA en primer plano
Sin dudas, la labor del fotógrafo dedicado al periodismo, en ocasiones lo lleva a enfrentarse con una realidad que no es la deseada y, muchas veces, dolorosa.
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Ese día Julio, no trabajaba para ningún medio, pero se encontraba a unas ocho cuadras de Pasteur 633 en la Ciudad de Buenos Aires, el sitio donde una explosión azotó el edificio donde se erigía la Asociación de Mutuales Israelitas Argentinas, realizando un registro fotográfico en una agencia de trabajo, que daba cuentas de la desocupación que se vivía en aquellos días. De repente, minutos antes de las diez de la mañana, el suelo comenzó a temblar, escuchó un fuerte estruendo y el sonido de vidrios rotos. No titubeó ni un instante en correr hacia el lugar de donde provenía la explosión y logró ser uno de los primeros en llegar, “de casualidad”, afirma.
Una vez allí, debió mantener una mirada fría frente a los hechos, con el objetivo de no pensar sobre lo que sucedía a su alrededor: gente desesperada, muertos, muchos heridos y escombros por todos lados. Considera que su experiencia lo había preparado para enfrentar una situación de estas características.
La AMIA, como mutual israelita, también tiene entre sus funciones encargarse de algunas tareas relacionadas a los sepelios de los integrantes de la comunidad, lo cual implicó que aquel registro fotográfico no conformara un trabajo más. Julio Menajovsky, aunque no es practicante, sus orígenes son judíos, por lo que se trataba de una institución a la que su propia familia recurría en ciertos casos, “era algo que tenía que ver conmigo”, explica.
Luego de unos minutos de trabajo, relata que comenzó a formarse un cordón alrededor de los escombros para permitir que el rescate de las víctimas fuera ordenado y evitar el ingreso de curiosos, que cada vez eran más. En ese momento, la presencia de fotógrafos ya era notoria, por lo que consideró que su labor profesional allí había terminado, puesto que no podía ayudar en la asistencia a heridos y decidió dar lugar a quienes lo estaban haciendo. Mientras se retiraba del sitio, se encontró con el jefe editor de fotografía del diario Clarín, el diario de mayor tirada en aquella época, a quien le entregó los rollos donde se encontraba el material, por si encontraba alguna imagen atractiva para el periódico, sin dimensionar la importancia de su trabajo realizado. Al llegar a su casa, Julio sintió un vacío inmenso debido a que no pudo ayudar en aquel momento.
Por la tarde se dirigió a la redacción del diario para averiguar cuál había sido el destino de sus negativos, donde le anunciaron que una de sus imágenes iba a ser la tapa del número del día siguiente, puesto que reflejaba lo que se vivió durante los primeros minutos de aquel desastre. Incluso, sus imágenes trascendieron las fronteras geográficas.
Luego de 22 años del terrible atentado, que dejó un saldo de 86 muertos y 300 heridos, el fotoperiodista recuerda aquel día con un poco de angustia al rememorar su experiencia en aquel lugar, aunque continúa contribuyendo a la causa desde su posición profesional.
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