JUAN ANTONIO SALCEDA MURIO HACE 25 AÑOS CON TODA LA VIDA PUESTA
El 19 de julio de 1983 falleció el escritor Juan Antonio Salceda, uno de los intelectuales más importantes que ofreció al mundo esta ciudad en toda la historia. Había nacido en 1907 en España.
El Eco de Tandil del día 21 publicaba algo más de una página dedicada a la cobertura del acto del sepelio de sus restos.
En el copete general se expresaba:
?Austera como su vida, resultó la ceremonia de las exequias del escritor y periodista Juan Antonio Salceda, fallecido el martes a los 76 años. Una larga columna de amigos, de esos que supo conquistar al cabo de su provechosa existencia, siguió el cortejo y acompañó sus despojos hasta la última morada.
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Allí había profesionales de distintas disciplinas; obreros, docentes, jóvenes y adultos y delegaciones del comité local del Partido Comunista y de la Federación Juvenil Comunista, que en sendas notas de despedida refirmaron el profundo dolor provocado por su ausencia física. Hubo mejillas por donde se deslizaron muchas lágrimas y gestos por siempre adustos, que no pudieron disimular su dolor.
Estaba inerme, en un sobrio ataúd, el cuerpo de un hombre que tuvo luchas, pero que nunca utilizó más armas que la pluma y la palabra. Era el último adiós tributado a Juan Antonio Salceda, cuyo espíritu se apartará de su cuerpo para vivir eternamente?.
UN PENSAMIENTO FERTIL QUE FUE ABONADO POR LA LUCHA
Por su parte, el Comité Tandil del Partido Comunista despidió a Juan Antonio Salceda, que era candidato a Intendente para las elecciones que se realizaron el 30 de octubre. Estas fueron las palabras que se leyeron en el funeral llevado a cabo en el Cementerio Municipal:
?La muerte es un hecho natural. Para los marxistas, solamente un salto cualitativo. El final de un proceso y el comienzo de otro. Un eslabón más de esa concatenación que viene desde la profundidad de los tiempos y va infinitamente hacia el futuro.
Sin embargo, dentro de nuestra categoría humana, no todas las vidas ni todas las muertes se resuelven en la simpleza de ese esquema.
Cuando se muere como Juan Antonio Salceda con toda la vida puesta, la muerte es un estallido que salpica las estrellas.
Ayer, cuando nos acercábamos al cajón donde yace su cuerpo, pudimos ver claramente que él no pertenece a ese mundo. Jamás ha de integrarse en lo inerte, en lo pálido, en lo frío?.
UN ARCO IRIS DE ENTUSIASMOS
Tiene una sorpresa joven que nos está sonriendo. Un duende sonoro inatrapable. Una policromía que no se diluye. Un arco iris de entusiasmos y una alegría germinal de certezas que han convertido el frío omnipotente en un pobre e inútil intento.
Por eso sus camaradas del Partido Comunista de Tandil, en cuyo nombre lo evocamos, creemos que Juan Antonio Salceda no murió ayer. Solamente fue convocado por Sandino para celebrar juntos el cuarto aniversario de la revolución nicaragüense. O acaso aquel Aristóteles que acababa de releer con regocijo, lo reclutó para la causa de la eternidad.
A Juanillo siempre le sobraron las cosas. Debe moverse con gran comodidad en el mundo de las ideas, al que ha sido promovido en virtud de sus merecimientos.
Su pensamiento es fértil porque fue abonado por la lucha y perfumado por la poesía.
Nunca será un espectador de la naturaleza. Está incrustándose en ella fraternalmente, apasionadamente. Cuidando el patrimonio de la especie y acrecentándolo. Viviendo desde lo esencial. Separando la contradicción principal que sólo excluye lo destructivo, lo aberrante, lo que es antagónico del hombre y de la vida.
La raíz del árbol luminoso que fundó con Ema está hoy más vigorosa que nunca. Los retoños de ese árbol plantado sobre lo más empinado de su tiempo disfrutarán los nuevos vientos en su propia tierra.
Una nueva y más alta concepción de la vida, se nos aproxima inexorablemente.
Juan Antonio Salceda tuvo que desplazarse en el espacio para encontrarse con el socialismo de sus amores. Fue una de las grandes alegrías de su vida ese viaje a la tierra soviética, porque no viajó en busca de confirmaciones que no necesitaba. Voló hacia ella con la vehemencia de una golondrina, en un simple acto de amor.
Pudo acariciar el futuro con sus propias manos y cuando regresó, su sonrisa había adquirido una nueva dimensión.
LA MESA DE LA HISTORIA, CON SU OBRA Y SU CONDUCTA
En su primer día inmanente, libre ya de tiempo y de espacio, le damos la bienvenida a la mesa de la historia, donde se sientan todos los que con su obra y con su conducta han enriquecido el acervo cultural de la humanidad.
Allí estará siempre que lo necesitemos, creciendo en fuerza moral cada vez que algún habitante de esta época y de las innumerables que nos sucedan, lo lea, lo desmenuce, lo asimile, lo trascienda, y que nuevamente fascinado por esa su manera de reírse de todo, que no era otra cosa que el desborde natural de su caudalosa alegría de vivir.
En esta sed añejada en cárceles y persecuciones, que busca con apremio su lugar de beber. En esta eclosión de juventud, de paz, de democracia, de creatividad, de justicia, en que estamos involucrados los argentinos, arracimados como nunca en una única avidez, ya pudo ver Juan Antonio la turbulencia majestuosa del protagonismo popular.
A este parto difícil pero irreversible jugó la carta de su vida, y ganó.
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