El día que recorrimos Marte
Podemos afirmar que nuestro intento por llegar a Marte comenzó oficialmente en octubre de 1960. En aquel entones, nuestro primer mensajero fue el Mars 1960A, una sonda soviética la cual intentaría sobrevolar a nuestro vecino y estudiar, camino a su preciado objetivo, el espacio interplanetario. Lamentablemente la Mars 1960A no solo no llegó a destino sino que directamente no pudo abandonar nuestro planeta ya que a poco más de 5 minutos del despegue, los controladores de misión decidieron destruir el cohete portador debido a que el mismo se había desviado de su trayectoria.
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A partir de allí se sucedieron diversas misiones, siendo la primera en lograr el éxito la famosa Mariner 4 de los Estados Unidos de América. En noviembre de 1964, las cámaras de esta sonda apuntaron a la superficie marciana y transmitieron las primeras imágenes en primer plano del planeta. Sin duda alguna se trató de uno de los hitos de aquella carrera espacial lidiada entre ambas superpotencias.
Más aquí en el tiempo, hacia mediados de la década del 70, las misiones Viking (1 y 2) de la NASA lograron otro hito espacial al lograr descender y posarse de manera absolutamente controlada sobre Marte. Con estos navíos pudimos por vez primera observar al planeta rojo in situ y analizar algunas muestras del suelo como resultado de tres experimentos químicos.
A partir de entonces ocurrió un curioso y extenso letargo de más de dos décadas para volver a nuestro siempre deseado Marte. Si bien hubo que esperar hasta 1996 para llegar a orbitarlo nuevamente -logro alcanzado por la Mars Global Surveyor (NASA)-, un año después el protagonismo lo tuvo la Mars Pathfinder (o sencillamente “la Pathfinder” como se la suele mencionar), una de las más exitosas y curiosas misiones de todos los tiempos.
A cargo del Jet Propulsion Laboratory del Instituto Tecnológico de California, la meca en lo que se refiere a misiones robóticas para el estudio del sistema Solar, la Pathfinder se trataba de una especie de pirámide de unos 870 kilogramos. Luego de 7 meses de viaje, al momento de posarse sobre Marte, la Pathfinder abriría sus caras (las de esa pirámide) y las apoyaría sobre la superficie. De su interior, saldría un pequeño rover llamado Sojourner y recorrería las zonas aledañas.
Una de las grandes curiosidades de la Pathfinder fue la manera en que se posó sobre el planeta. A poco de llegar y penetrar la atmósfera marciana, abrió sus paracaídas y desplegó una serie de airbags, grandes bolsas que la cubrieron por completo. A pocos metros de la superficie, la gran esfera se soltó del paracaídas para caer con una aceleración igual a la tercera parte de la experimentada aquí en la Tierra (tal es la magnitud de la gravedad marciana). Los airbags hicieron que la Pathfinder rebotase una y otra vez hasta detenerse por completo. Fue allí cuando los airbags se desinflaron y la pirámide emergió intacta. Sus caras se abrieron y el Sojourner, una especie de patineta espacial de 6 ruedas y casi 11 kilogramos, sintió y observó otro mundo por vez primera.
La Pathfinder contaba con una cámara estereoscópica montada sobre un mástil de tal manera de obtener maravillosas imágenes del lugar de aterrizaje. Hoy en día (¡y lo recomiendo!) es fantástico observar con simples anteojos 3D las imágenes capturadas por esta misión. Al hacerlo, uno siente que se encuentra en aquel recóndito lugar. La misión también tuvo por objeto no solo realizar estudios geológicos y meteorológicos sino también demostrar que era posible realizar misiones a otros planetas por una mínima fracción de dinero respecto a misiones anteriores, como las mismísimas Viking.
Pero sin lugar a dudas, el mayor logro de la Pathfinder fue el poder desplegar un vehículo y que el mismo se desplace de manera controlada. Por primera vez en toda la historia estábamos recorriendo un planeta más allá del nuestro propio y la Luna. Miles de millones de personas quedamos atónitas y emocionadas cuando observamos que un día después del famoso amartizaje, el Sojourner despertaba, tomaba postura “incorporándose” de su letargo de 7 meses, comenzaba a descender por una de las caras del Pathfinder e iniciaba su derrotero marciano, un legado del cual hoy martes 4 de julio se cumplen 20 años. Parece mucho y poco a la vez.
Hace exactamente dos décadas, el Pathfinder iniciaba un legado que continuaron con un éxito rotundo las misiones Spirit, Oportunity y Curiosity (todas de la NASA), rovers cada vez más grandes que al día de hoy continúan dando satisfacciones no solo a sus mentores sino a toda la especie humana. Porque al fin de cuentas, son nuestros mensajeros, nuestros pioneros. Aquellos que comenzaron a abrir el camino para lo que será en poco tiempo, nuestro primer gran viaje tripulado; la gran aventura de todos los tiempos.
(*) Director de Gestión Planetario Ciudad de La Plata
Licenciado en economía de la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Economía (Ph.D.) por la Universidad de Michigan (EE.UU.). Director del Instituto de Economía de la Unicen. Profesor full-time en la UTDT y director del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) - UTDT.
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