Carta de lectores
Comprometido con la educación
Señor Director:
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Nos dejó Norberto Salgueiro, un hombre comprometido con la docencia, con la educación, durante un tiempo prolongado nos cruzábamos en las calles Belgrano y Moreno, lugar donde tiene la sede el Instituto de Formación Docente “Dr. Ricardo Zarini” y él precisamente dictaba sus clases. Yo sabía quién era él y él sabía quién era yo, pero no habíamos tenido diálogo alguno hasta que compartimos una reunión de docentes, donde nuestras charlas fueron una constante, donde él manifestaba que todos aquellos que usaban el deporte como enseñanza contaban con una gran ventaja para formar a los niños y jóvenes.
Fue un “maestro” para muchas generaciones y quería a su ciudad como pocos y sus comentarios de los domingos en el diario El Eco de Tandil, expresaba el paso del tiempo de nuestra ciudad y sus adelantos, sin olvidarse de sus años de infancia y adolescencia, citando el barrio de la Estación, con la avenida Colón, los tilos, el Club Ferro y la relojería de su padre. Su amor por los libros y por la naturaleza. El manifestaba que fue creciendo junto a su Tandil. Al amparo de un paisaje serrano bello y eterno. Repasando su propia historia descubre el valor de los posesivos porque me recorre una sensación especial cuando digo: Mi Tandil, nuestro Tandil.
Siempre que me encontraba, su pregunta contundente era: ¿Por qué los clubes no contaban con departamento de educación física? El consideraba que era fundamental para la formación de los deportistas niños y jóvenes, porque a través de ese organismo se podía controlar los excesos que produce el deporte a través de sus resultados. Yo le contestaba que la mayoría de los dirigentes consideraban un excesivo gasto para mantener dicho departamento. En el pasado varios clubes lo intentaron pero tuvieron un espacio efímero, él me preguntaba si no había otra forma de mantenerlo y yo le decía que sí con dirigentes ad-honórem y la colaboración de los asociados. Pero esa experiencia no se llevó nunca a cabo.
El mantenía diversas charlas con su suegro Don Bernabé Sequeira, un eximio nadador, que asombraba con sus “largos en pileta bajo del agua”, lo tuvieron para manejar la actividad de campo de deportes. Estaba enterado de lo que acontecía en el deporte porque consideraba esencial para la educación las disciplinas deportivas.
Somos conscientes que en nuestra ciudad hemos tenido verdaderos maestros y los seguimos teniendo para contar con una educación de primer nivel, donde el deporte colabora intensamente, lo manifestaba Norberto, y hoy camino a la eternidad, en el lugar que se encuentre lo seguirá afirmando. Descanse en paz.
Eduardo Aldasoro, profesor de educación física.
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Mapuches “Gente de la Tierra”
“Somos la memoria que tenemos”
Señor Director:
La comunidad mapuche (araucanos para los españoles) no pertenece ni a Chile ni a la Argentina; es un pueblo originario que estuvo ubicado de ambos lados de la cordillera cuando estos dos países no existían.
Ante tanto desconocimiento de quienes opinan en los medios, conviene hacer algunas aclaraciones para saber a través de las fuentes históricas algunas características de una cultura que dejó huellas y aún está presente en la Patagonia, en la Región Pampeana y en Tandil.
La población mapuche, estuvo ubicada de ambos lados de la Cordillera de los Andes. Las distintas tribus que la componían hablaban el mismo idioma y tenía las mismas costumbres, creencias y organización interna. En Chile, se extendían desde el Valle de Copiapó hasta las Islas Guaitecas. En Argentina, su dispersión se estimó en 960.000 km2, ocupando desde las estribaciones orientales cordilleranas hasta las costas del Atlántico, abarcando parte de las actuales provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Chubut y, en su totalidad, las de Neuquén, La Pampa y Río Negro. Se estima que a mediados del siglo XIX, época de apogeo de los mapuches en el actual territorio argentino, el número de aborígenes oscilaba entre 70.000 y 90.000 individuos.
La expansión mapuche
Desde mediados del siglo XVI los mapuches procedentes de Chile iniciaron un largo y complicado proceso en la región pampeana. Asegura que no fue una conquista violenta ni una tentativa de sojuzgamiento general, sino que se trató más bien del paciente tejido de una red de relaciones, donde el intercambio comercial y las uniones matrimoniales constituían su fibra más resistente. Este proceso fue acompañado de la difusión de la lengua mapuche y la incorporación de los rasgos culturales de la araucanía chilena; parte de la toponimia argentina está salpicada de nombres araucanos.
Sin duda, la pampa se araucanizaba cada vez más: Los topónimos, el idioma y los sistemas de parentesco araucano comenzaron a predominar entre otras parcialidades que se encontraban en el territorio, (serranos, pampas, ranqueles) lo cual reflejaba su predominio en las redes comerciales.
Los mapuches en Tandil
Ante todo, debe señalarse que la frontera constituyó un proceso y un espacio dinámico, un ámbito geográfico, un elemento económico, un ámbito social y un escenario de contacto cultural. La frontera entre la sociedad “blanca” y la aborigen no significó solamente guerra sino también comercio e intercambio de productos que fue llevado a cabo tanto por los propios aborígenes entre sí, como entre éstos y los españoles.
Desde los primeros contactos entre ambas sociedades, los aborígenes se sintieron atraídos por una serie de elementos que disponían los europeos. Por su parte estos últimos carecieron muchas veces de bienes fundamentales que, lograron obtener a través de los aborígenes. De este modo, las necesidades de ambas comunidades en el medio fronterizo movieron a una interacción muy útil .
Uno de los documentos que mejor describe el escenario en pleno corazón del territorio bonaerense es el referido a la “Feria del Chapaleofú”. Acerca de su existencia, el hacendado Manuel Martín de la Calleja informaba que de una y otra margen del arroyo Chapaleofú “desde su naciente está sumamente tachonada no solo de toldos establecidos por familias, sino de tribus enteras, que han fijado allí su residencia, así por la comodidad de aguadas constantes, como por ser el punto en que de años a esta parte han fijado la gran feria, a que concurren los chilenos y araucanos con sus tejidos, los tehuelches, patagones y ranqueles con sus peleterías y sal, cuyos artículos compran los pampas, haucaces y pegüenches, en posesión de ganados vacunos y caballares” .
La importancia de este testimonio es que revela valiosos pormenores acerca sobre la región, que se había convertido en un centro dinámico de intercambio donde se desarrollaba una relación permanente entre las parcialidades indígenas que habitaban desde las Sierras del Tandil hasta la cordillera andina.
Los mapuches fijaron su hábitat en los sitios más fértiles de la región, eligiendo aquellos con aguadas permanentes, pastos aptos para la cría de ganado y buena provisión de leña, haciendo sentir su influencia sobre serranos y pampas.
Así los indios de la región inter-serrana habían desarrollado un tipo de economía pastoril empleando técnicas relativamente complejas en materia de concentración, custodia y engorde del ganado utilizando potreros y construcciones de piedra (conocidas como corrales). Allí guardaban los caballos y realizaban rodeo con el ganado vacuno
Las construcciones de piedra se relacionan con aborígenes serranos y mapuches. Estos últimos impusieron su presencia en la pampa y lentamente se fueron asentando en las tierras bonaerenses
Así el sector serrano del sistema de Tandilla fue escenario de importantes asentamientos aborígenes durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Allí, los serranos, pampas, tehuelches y mapuches otorgaron dinamismo a la región y dejaron huellas que permitieron reconstruir parte de su modo de vida. Los vínculos comerciales que unieron a los grupos indígenas entre sí, con la población de la ciudad y campaña bonaerense y con otros mercados extra-regionales, tuvieron una intensidad insoslayable. Es cierto, las alianza no fueron permanentes ni definitivas, ya que experimentaron los vaivenes propios de los intereses de sus respectivos protagonistas. Sin embargo, no pueden desconocerse los beneficios que, en muchas ocasiones, atenuaron los enfrentamientos contribuyendo a una relación de estabilidad y al tejido de redes sociales más amplias.
Tandil (topónimo mapuche que significa “piedra que late” “piedra al caer” entre otras acepciones), ha sido un asentamientos de parcialidades mapuches hasta mucho tiempo después de la fundación del Fuerte de la Independencia.
La presencia de este pueblo originario también se puede observar a través de la toponimia, disciplina que consiste en el estudio de los nombres de los lugares y proporciona valiosos datos a la hora de definir y dar límite a un área cultural. La relevancia de este conocimiento y conservación radica es que es un testimonio notable del pasado y un elemento primordial de la identidad cultural de un pueblo. En este sentido se pueden apreciar en Tandil nombres que responden a la lengua mapuche: Chapaleofú (arroyo pantanoso); Napaleofú (arroyo del nabo, especie silvestre que abunda en la región); Langueyú (sitio de muerte); Tandileofú (arroyo de la piedra que late); Cura Malal (casa de piedra); Limache (lugar de gente); Milla Curá (piedra de oro)
Entre 1780 y 1820 las relaciones hispano criolla y aborígenes atravesaron por un momento de relativa calma en esta región, situación que facilitó el desarrollo de las actividades productivas aborígenes que gozaron de una relativa prosperidad, hecho que incidió en la evolución demográfica de su población y en una paulatina integración con la sociedad hispano-criolla a través de la profundización de los contactos comerciales y de la participación en las tareas de algunas estancias. Este contacto logró satisfacer las necesidades de ambas sociedades, que alcanzaron condiciones pacíficas y de convivencia en los territorios fronterizos.
La frontera tendrá avances y retrocesos hasta la campaña de Roca cuyo plan consistía en el aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática. Los teóricos de la modernización del país proponían poblar el “desierto” que se suponía deshabitado.
El saldo fue de miles de indios muertos, catorce mil reducidos a la servidumbre, y la ocupación de quince mil leguas cuadradas. Las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos, la pobreza y el hambre aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos sobrevivientes.
ERIZE, Esteban, ob cit. Diccionario Comentado Mapuche – Español. Araucano Pehuenche Pampa Picunche Rancülche Huilliche, Cuadernos del Sur, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1968.
CRIVELLI MONTERO, Eduardo “Araucanos en la Pampa”. Revista Todo es Historia, Nº 323, 1994. Pag. 9
CASANOVA GUARDA, Holdenis “Las rebeliones araucanas …”. Ob. cit. PALERMO, Miguel A. “La compleja interacción hispano-indígena en el sur argentino y chileno durante el Período Colonial. América Indígena 1, 1991. VILLALOBOS, Sergio R. “Tres siglos y medio en la vida fronteriza”. Ob. cit.
ARCHIVO GENERAL DE LA NACION. Sala X, 7-5-3. Manuel Martín de la Calleja. Informe al Alcalde de hermandad del Partido de Chascomús, 1814.
MANDRINI y REGUERA, Huellas en la Tierra IEHS, Tandil 1993.
FERRER, Eduardo A. y Victoria PEDROTTA. 2006. Los Corrales de Piedra. Comercio y Asentamientos Aborígenes en las Sierras de Tandil, Azul y Olavarría. Crecer, Tandil
PIGNA Felipe, Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2005, pág. 398.
Eduardo Ferrer
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