“Cantar en el Carnegie Hall fue algo impresionante”
Irina Taraborelli todavía no sale de su asombro. “Fue como estar dentro de una película”, disparó la directora del Coro Municipal Juvenil de Tandil que participó, en abril e invitada por el Coral Polifónico de Mar del Plata, de una serie de cuatro conciertos en Nueva York. En una charla con El Eco de Tandil, Irina revivió cada detalle de esa gira por Estados Unidos, desde los lugares que siempre soñó conocer como el Metropolitan de Opera o la prestigiosa escuela de danza, música y teatro Juilliard hasta la experiencia de cantar la Misa Criolla en la iglesia luterana o ser parte de una masa coral con participantes de todo el mundo.
Por la voz a Nueva York
Recibí las noticias en tu email
Todo comenzó cuando Soledad Gonzalía, directora del Coral Polifónico de Mar del Plata, la invitó a formar parte de la delegación en su gira a Estados Unidos. Irina no lo dudó un segundo. ¿Cómo decirle que no a la posibilidad de cantar en el mítico Carnegie Hall? ¿Cómo rechazar la propuesta de entonar La Misa Criolla? Así, la tandilense fue una de las voces que formó parte, el 18 de abril, del concierto que se realizó con motivo del 20 aniversario de la obra “Misa Tango” del compositor argentino Martín Palmeri. Luego el Coral Polifónico se presentó, con repertorios íntegramente compuesto por obras argentinas, en el consulado argentino, en la iglesia Saint Peter y en la iglesia de Sion.
-¿Cómo fue llegar a Nueva York?
-Nos recibió la congregación de una iglesia luterana, que tiene una parte americana y otra parte latina. El que está a cargo de esta parte latina es un pastor que es argentino. Hay, además, una delegación argentina muy grande, por lo que fue súper sorprendente porque descubrimos muchos argentinos que se fueron a Nueva York a trabajar o a estudiar. Como la iglesia funciona como centro cultural, pudimos ver que, por ejemplo, a los nenes les enseñan a bailar folclore. Nunca me hubiese imaginado que iba a encontrar gente que baile folclore. Otra cosa interesante: la música de las misas la hace Guillermo Vaisman, que también es argentino, y es el director del Coro de las Naciones Unidas. Toda la música de la misa se hace con charango, con bandoneón, con guitarra. Eso nos llamó muchísimo la atención.
-¿Qué otras cosas te sorprendieron de la experiencia?
-En realidad todo es sorprendente. Fue como estar dentro de una película. Es tal cual: las calles, el movimiento, el ruido, todo. Nueva York es una ciudad súper imponente, y te sentís muy chiquito. La infraestructura es impactante, y todo está organizado. Hay lio porque hay mucha gente pero en realidad es un lio organizado, porque todo el mundo hace lo que tiene que hacer. Y todos te ayudan si te ven perdido o te ven con un mapa.
-¿Cómo fue presentarse en el Carnegie Hall?
-Para ese concierto éramos parte de una masa coral. Fueron coros de todo el mundo: de Francia, de Polonia, de Alemania… fue increíble. Y todo estaba súper organizado. Nosotros tuvimos que mandar hasta el peso y la medida de cada uno porque, según esos datos, ellos determinaban dónde te ponían y al lado de quién en la grada. Esas son cosas que nosotros acá ni las pensamos. Llegás, te subís a la grada y mientras estés dentro de la cuerda está bien. Otra cosa que nos sorprendió fue que solo nos dejaron usar desodorante esa noche. No podíamos llevar perfume por si alguien era alérgico en la grada. Todo muy pensado.
-¿Ensayaron antes de la presentación?
-Sí. Hicimos dos ensayos generales cada uno de cuatro horas. Al llegar al ensayo nos dieron una credencial en donde decía la voz de cada uno, en mi caso soprano 1, la fila en la que tenías que estar y la posición. No te podías sentar al lado de cualquiera. A mí me tocó al lado de una señora que era de descendencia china pero vino con el coro de Francia. Hablaba inglés, hablaba chino y hablaba francés. Esas cosas te abren el reglamento de la cabeza.
-Además de participar, pudieron otros coros y otras formas de trabajar.
-Sí, y eso fue muy interesante.
-Luego se presentaron en la iglesia Saint Peter.
-Sí, la iglesia que nos alojó. Saint Peter que queda en pleno centro de Manhattan. Divina la iglesia. Cuando llegamos el primer día y nos dijeron “esta es la iglesia” no lo podíamos creer. De afuera ves un edificio como si fuera de oficinas. Si pasas con la vista no te das cuenta que es una iglesia. El pastor nos contó en realidad que tenía forma de iglesia en sus comienzos y cuando el dueño de los terrenos decidió hacer una torre para las oficinas, todos se dieron cuenta que el edificio de la iglesia no iba a aguantar. Entonces tiraron el edificio de la iglesia, hicieron la torre y le dieron a la congregación los dos subsuelos más la planta baja. Todo eso es hoy la iglesia. Y es impresionante. Cuando entrás hay un órgano chico, al lado el piano de cola, un Steinway Sons que es la marca número uno, y atrás un espacio grande donde se hacen las actividades y donde hay otro piano. Todo es súper moderno.
-¿Cómo los recibieron los argentinos?
-Para ellos que nosotros vayamos y cantemos La Misa Tango, que cantemos La Misa Criolla, es una emoción muy fuerte porque hay mucha gente que hace muchísimos años que no pisa la Argentina, que no puede volver por distintas cuestiones. En uno de los primeros almuerzos Horacio Soria, un muy buen pianista de Mar del Plata, se puso a tocar el Himno. Todos nos paramos por supuesto a cantar y, claro, la gente de ahí se emocionó. Capaz que hace años que no lo escuchan o que no lo cantan… Fue fuerte para ellos y fue fuerte para uno también estar en la otra parte de América y de repente sentir el corazoncito de este lado.
-¿Cómo evaluás la experiencia en general?
-La verdad es que fue superadora. Cuando llegué le decía a mi mamá y a mi papá que uno sabe que es un viaje grande, que es una experiencia de las mejores, pero la verdad es que yo nunca pensé que me iba a volar la cabeza como me la voló. Es impresionante como uno se queda pensando un montón de cosas.
-Además de las presentaciones, conociste lugares legendarios de Nueva York.
-¡Sí! Con tres mujeres más del coro paramos en Queens. Todos los días nos tomábamos el subte hasta Manhattan y recorríamos. Recorrimos el Central Park, el Times Square, la escuela Juilliard, el Metropolitan Museum of Art (MET). Yo tenía muchas ganas de conocer el Metropolitan Ópera. Me gusta mucho la ópera. Hace dos años me compré una colección de DVD´s y la mayoría están filmados ahí y dirigidos por James Levine, uno de los más grandes directores. De repente estar ahí, tocar la fuente. Yo llevé plata especialmente para ir a ver ópera. La última noche fui a ver “El rapto del serrallo”, dirigido por Levine. Poder ver a Levine ahí, que está súper grande, entrando en su silla de ruedas, darse vuelta y que el público lo aplauda de pie fue increíble. Levine levantó los brazos y explotó el teatro. Fue impresionante.
-¿Pudiste generar contactos con músicos de allá?
-Hice muy buenas relaciones con Guillermo Vaisman. Pude ir al ensayo de ellos en Naciones Unidas. ¡Toda una odisea entrar ahí! Por supuesto no entra cualquiera, tenés que pasar como si fuera el aeropuerto. Al ser argentino, Vaisman conoce la realidad del movimiento coral acá. Y como yo en realidad soy nuevita todavía, nos pusimos a hablar y a comparar. Me sirvió mucho y me dejó reflexionando mucho sobre qué hacer y cómo hacer y para qué con los coros.
-¿Suma para futuros proyectos?
-¡Sí! la idea es esa. Cantamos en el consulado también, y por supuesto a donde voy siempre llevo información de Tandil. Un folleto, un mapa, algo. Así uno asienta relaciones. Vamos a ver si en algún momento podemos, primero, recibir a un coro de allá. Sería súper importante. Y después ver la posibilidad de volver. Nueva York es un lugar para volver.
Este contenido no está abierto a comentarios